Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

José García Pérez

Andalucía

Transcribo el último terceto de un soneto de Borges dedicado a Andalucía. Dice así: “… Las naves, los aceros, las adargas./ Cuántas voces y cuánta bizarría./ Y una sola palabra: Andalucía.”

Andalucía, sí, una sola palabra, pero una sola palabra en la que tiene cabida todo un universo, porque esta tierra dio al mundo emperadores de Roma como Adriano y Trajano; pensadores desde Séneca a María Zambrano, pasando por Maimónides, Averroes, Ángel Ganivet, Giner de los Ríos entre otros; en el mundo de las letras, España debe a Andalucía gracias a Elio Antonio de Nebrija (Lebrija) que en el año 1492 creara la “Primera Gramática Castellana; de este milagro de nuestra tierra es Luis de Góngora, máximo exponente del culteranismo español, hasta desembocar en nuestro Premio Nobel Juan Ramón Jiménez, pasando por cientos de poetas que marcan la lírica española como Federico García Lorca, Luis Rosales, Antonio y Manuel Machado, Rafael, Alberti y tantos otros imposible de nombrar; pero mal servicio haríamos a nuestra tierra si olvidáramos a aquellos poetas hispano-árabes que escribieron en dialecto andalusí, nacidos en el territorio actual andaluz, como Abentofail o Al-Mutamid entre otros.

Andalucía, sí, una sola palabra, pero todo un mundo porque desde tierras onubenses, y con marineros de la tierra donde se venera a la Virgen del Rocío, zarparon aquellas tres carabelas La Pinta, La Niña y La Santamaría que descubrieron un nuevo Mundo para sorpresa de muchos.

Andalucía, sí, una sola palabra, que encierra en esas nueves letras toda la policromía de un lienzo imposible de igualar en todo el territorio hispano y más allá de él; pues ahí quedan los pintores Julio Romero de Torre, Zurbarán, Velázquez, Murillo o el genio adorado en los museos de pintura de París, Barcelona y Málaga, lógicamente me refiero al nacido en la Plaza de la Merced, la plaza de la libertad contra el poder absoluto, Pablo Ruiz Picasso.

Andalucía, sí, una sola palabra, pero en la que está contenida la Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada, la Giralda de Sevilla y todas las catedrales andaluzas.

Andalucía, sí, una sola palabra que encierra un universo. Andalucía el paraíso añorado, Andalucía conquistada -nunca colonizada- por iberos, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, musulmanes y cristianos castellanos-leoneses. Andalucía, la permisiva, la que consigue que convivan tres religiones: la musulmana, la judía y la cristiana. Andalucía, la codiciada por todos por su rico comercio, por su apertura al mar, por el carácter de sus habitantes, por la paz inseparable e insuperable. Andalucía, la que se convierte en el centro comercial con el Nuevo Mundo… y Andalucía, la que va cayendo poco a poco, como árbol deshojado y marchitado por las avaricias de unos y la sumisión de otros. Andalucía, sí, una  sola palabra que se va esquilmando del poderoso mundo para irse convirtiendo en estudio de los románticos ingleses por su surrealismo, la pandereta y las historias de bandoleros, toreros y castañuelas. Andalucía, la que se convierte en pasto del norte. Andalucía la que vive el peor de los desastres que una tierra puede imaginar: la emigración, pero la emigración de los mejores, la de nuestros trabajadores y políticos, la Andalucía que poco a poco pasa de la alegría al quejío, de la riqueza a la pobreza, del poder de la tierra fétil al palo de golf que llega desde otros países; la Andalucía que vive esencialmente del turismo, pero donde los señores de las cadenas hoteleras facturan más allá de nuestras fronteras.

Andalucía, sí, una palabra que para Blas Infante tiene un sentido diferente al actual cuando va cubriendo nuestra tierra de los llamados Centros Andaluces, donde intelectuales y trabajadores estudian los auténticos cimientos del concepto de Andalucía como Patria, y donde se va forjando el Estatuto de Andalucía cuyo referéndum estaba previsto celebrar en septiembre de 1936, pero que no llega a producirse porque el estallido de la incivil y fraticida guerra española, estallada en julio de ese año, lo impide.

Guerra que entre los cientos de miles de muertos de hermanos, se va a llevar por delante el 10 de agosto de 1936 la vida de Blas Infante en el kilómetro 4 de la carretera Carmona-Madrid asesinado por los sublevados y que según cuenta la leyenda cayó al suelo gritando ¡Viva Andalucía Libre!

Libre de parásitos, de paro, de emigración, de caciques de insumisos, de políticos que no luchan por su tierra.

Oh, ¡Andalucía!, una palabra, pero un universo.

 

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