Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
ANTONIO MORENO AYORA
SÍNTESIS DE "LA QUIMERA DE LOS SUEÑOS. CLAVES DE LA POESÍA DEL 27" DE JULIO NEIRA MÁLAGA, VERAMAR, 2009

Antonio Moreno Ayora

 

         A la literatura de la Generación del 27 y a los efectos que esta produjo en su época y en tiempo posterior ha dedicado Julio Neira muchas horas de estudio y diversas publicaciones. En la más reciente de todas ellas, La Quimera de los sueños –235 páginas de las cuales las once últimas reseñan ciento noventa y siete referencias de “Bibliografía crítica citada”–, vuelve el profesor Neira a profundizar, de acuerdo con el subtítulo, en las Claves de la poesía del 27, pues según matiza se hace necesaria una relectura dado que la opinión de muchos poetas jóvenes de hoy “es que no ha habido ruptura apreciable con la significación histórica de los poetas del 27”. Y a partir de estas palabras se nos aclara en todo la intención del apartado “Preliminar”, insalvable por cuanto justifica los once capítulos que conforman un libro que demuestra y explica las razones de la vigencia histórica del grupo, partiendo por supuesto de que “Durante los años veinte del pasado siglo la lírica española tuvo una trayectoria de intensidad y riqueza seguramente inédita en otras épocas de su historia”.

 

          Es objetivo del profesor Neira “compaginar una visión colectiva del proceso [creativo del grupo] con el análisis de aportaciones individuales que lo fueron construyendo”. Y en esta línea es fundamental, por sugerir una renovación filológica y social referida al grupo, el primer capítulo “El Veintisiete, hoy”, justificativo al máximo de ese concepto pero también renovador en su comprensión, concretando (pág. 27) que “En la actualidad, tendemos a emplear el término Generación del 27, en un sentido amplio, para denominar el movimiento intelectual y artístico que se produce en España en la década de los años veinte con un sentido renovador y modernizador de la sociedad y la cultura española”. A lo que añade indubitable que, por lo que respecta al 27, “la nómina debe ser muy ampliada”. Así que de estas primeras consideraciones expuestas se desprende la adición de un nuevo capítulo, “El canon y las mujeres del 27”, oportuno por cuanto reivindica y analiza con criterios específicos la labor creadora de mujeres que, en un momento determinado, reclamaron “el protagonismo que la sociedad le(s) venía negando” (pág. 39). Dando nombres propios (Concha Méndez, M.ª Teresa León, Rosa Chacel, María Zambrano…), aportando anécdotas individuales, sumando cierto cambio de actitud masculina y la consideración de su respectiva aportación personal, este es un capítulo esclarecedor de que las mujeres, por sus valores “de lucha y esfuerzo, además de sus obras, desean ser estimadas junto a las altas realizaciones literarias de los poetas del 27” (pág. 46). Pues bien, esa misma consideración de grupo en su amplitud de manifestaciones lleva al ensayista a incluir otro capítulo (págs. 47-65) sobre “El cine en la poesía. Emilio Prados y José María Hinojosa”, en el que parte del verso de Alberti (“Yo nací -¡respetadme!- con el cine”) para mostrar con sobrados argumentos y citas literarias “la sintonía estética entre los creadores del momento y el cine” (pág. 47). Entre tantos ejemplos que vinculan 27 y cinematografía, Neira, que es especialista indiscutible en el mundo literario de Litoral, se detiene expresamente en indagar la influencia del cine en la creación poética de E. Prados y de José M.ª Hinojosa, del que por cierto comenta que “muchas de las imágenes presentan un inequívoco halo cinematográfico […]” que documenta en pasajes concretos de su literatura. De las tres líneas con que remata el capítulo procede sin duda el título general del ensayo: “Se acercaba el tiempo en que los sueños de los poetas del 27 se rebelarían una quimera desolada y desoladora”.

 

          Refiriéndose a aquel tiempo y a aquel ambiente literario la investigación señala como imprescindible la influencia “de una personalidad tan rica como la de Cossío”, que se produjo fundamentalmente en dos aspectos: “la pasión filológica y el taurinismo (págs. 82-83), de los que dice Neira que el primero apenas está estudiado, y que el segundo alentó la afición también de los poetas y los guió en su escritura. Por ello, de la labor de Cossío como aficionado a la filología (de la que hablan y se aprovechan sus amigos poetas) y de sus conocimientos taurinos (que fueron germen de poemas y poemarios del 27) hay datos contundentes y referencias literarias inequívocas para que creamos que el maestro Cossío inspiró “algunas de las mejores páginas de esos poetas” (pág. 100).

 

          Sobre Rafael Alberti y Gerardo Diego, “unidos durante mucho tiempo en las reseñas críticas, en la vida y en los proyectos poéticos, hasta que la guerra civil escindió su camaradería”, expone Neira un conjunto de circunstancias y de actos que evidencian su entrañable y franca amistad. Otra vez nos encontramos con un capítulo abundante en información y en anécdotas, y esclarecedor de muchos de los aspectos que sirven para diferenciar –de ahí el término “escisión” que se emplea en el titular– la perspectiva creadora de uno y otro poeta y las posiciones religiosas, sociales y políticas de ambos, cuya comparación hace escribir a Neira que “En definitiva, desde 1928 en la poesía de los dos amigos se venía abriendo la misma brecha que dividió en dos al conjunto de la sociedad” (pág. 115). La cuestión es que de R. Alberti sigue hablando en uno de los dos capítulos que se dedican al surrealismo, “Negación y evidencia del surrealismo: I. Rafael Alberti”, ya que el otro, el II, se centrará en V. Aleixandre (págs. 146-158). Asuntos como la aceptación o no de Alberti y Aleixandre del movimiento surrealista, la visión de la crítica sobre sus obras interpretadas con tales presupuestos para uno y para otro, o las opiniones que manifestaran en su correspondencia personal, obligan a Neira a hacer determinadas consideraciones filológico-críticas o estéticas que deben tenerse en cuenta para entender la obra de ambos escritores, hasta indicar (en pág. 146) “las evidentes similitudes textuales que los críticos fueron encontrando en sus obras escritas entre 1928 y 1932”.

          Julio Neira, cuya publicación de Manuel Altolaguirre, editor e impresor es reciente, retoma para el noveno capítulo del presente volumen ciertas ideas examinadas en aquel y las desarrolla en relación con la temática del 27 que ahora le interesa. Es un apartado que en parte enlaza con el anterior referido a las mujeres, pues en este va a resaltar la labor impresora de los esposos M. Altolaguirre y Concha Méndez, centrándose en los trabajos que juntos editaron durante los años de la República y recordando “la reivindicación del papel de la mujer que desde joven defendió Concha Méndez”. Es palpable la profundidad en cuanto a opiniones de autores de la época, resaltando las dificultades que tuvo el matrimonio para progresar en sus empeños como editores y las ediciones, hoy de conocimiento obligado, que acometieron.

          Y en este intento abarcador y plural por reunir cuantos aspectos sirven para delimitar las claves de entendimiento de la Generación del 27, hay uno, el de la edición de textos de tales autores, que aparece tratado en “Dámaso Alonso, Juan Chavás y la edición poética en los años Veinte”, en el que no puede pasar por alto la consabida importancia de las revistas poéticas en que se dieron a conocer libros y poemas firmados por la mayoría de los nombres que entonces comenzaban su andadura. Para Julio Neira, la razón de este fenómeno “se debió en gran parte a la insuficiencia del sistema editorial, incapaz en esos años de dar respuesta a la riqueza con que se producía la `joven poesía´” (pág.69). La detención más significativa en las revistas de la época se hace para estudiar la conocida Litoral, de la que Neira es reconocido investigador y editor facsimilar y de la que anota que dio lugar, a través de la Imprenta Sur, a “la colección de libros de poesía más importante del siglo XX”. El capítulo, sin embargo, es más abarcador y se detiene en otros pormenores de la edición en aquel tiempo que va desde 1918 a 1936.

              

          Parece claro que la edición es una actividad conectada con los premios literarios, de los cuales se afirma que “cumplieron una función señalada en la España de la primera posguerra”. Para argumentar sobre todo esta aseveración se aducen en el artículo “Poder y poesía en la posguerra. Gerardo Diego y los premios literarios” (págs. 176-199) un conjunto de anécdotas vinculadas a Gerardo Diego en su pretensión de conseguir algunos de los premios convocados por el franquismo para fomentar su propaganda y que –también con palabras textuales– “servían a los poetas para sobrevivir en aquel tiempo gris de cuartel y sacristía”. A la altura de este artículo, el plan del ensayo de Julio Neira está a punto de cumplirse, para lo cual añade veinticinco páginas más titulándolas “Exilio y poesía. Luis Cernuda”. Y aunque es cierto que la problemática del exilio ya había sido mencionada anteriormente, ahora, al preocuparse de Luis Cernuda, se hace acucia vibrante al insistir en el asunto comentando sus consecuencias para los afectos “a la legalidad republicana”, y de manera específica para “quienes dieron ejemplo personal de ruptura irreconciliable con la siniestra realidad de la España del Nacionalcatolicismo en otras latitudes, como Luis Cernuda” (pág. 203). De él se concretarán razones de carácter personal o político para arrojar luz sobre las motivaciones de su permanencia en el exilio pasando por destinos diferentes hasta recalar en México en 1963, cuando le sorprende la muerte tras haber vivido –en puntualización de Neira– “un largo periplo de mudanzas físicas y psicológicas, de vida y ánimo” (pág. 206). Los efectos del largo exilio se dejaron sentir en su poesía, por lo que el ensayo indaga en ellos de manera crítica valorando los poemas y libros que Cernuda concibió por aquellos años.

 

         Con estas aportaciones sobre el exilio de Cernuda se concluye un ensayo de alta calidad, de prolijo detallismo y acertada visión crítica. A todo ello ya nos tienen acostumbrados la constancia y seriedad del profesor Neira, que al publicar estas páginas en la malagueña editorial Veramar hace gala de su vinculación a Málaga y cumple su propósito de conseguir –tal como anunció ya en la página 15– “una aproximación coherente con la realidad estudiada”.