Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MAGDA ROBLES
Sobre "Casa de muñecas" de Henrik Ibsen Traducción de Alberto Adell

Magda Robles

Alianza Editorial

   Henry Ibsen, nacido en Noruega en 1828, fue uno de los dramaturgos más controvertidos de su tiempo, y el padre del drama moderno. No podemos asegurar que esa fuese su intención, pero Casa de muñecas, publicada por vez primera en 1879, sigue siendo un referente en cuanto a la defensa de los derechos de la mujer y su rol en una sociedad que aun hoy día sigue siendo primordialmente, no digamos machista (ojalá este término sea algún día tan solo un anacronismo), pero si masculina.

   Nora es una figura frágil al inicio de la obra, una amante esposa y buena madre, ocupada en su vida artificial y llena de fruslerías. Lleva casada ocho años con Torvald Helmer, abogado con una carrera prometedora como director de banco. Nora se nos presenta como unamuñequita, de ahí el título, una pequeña "mascota" curiosa para su marido, quien recuerda constantemente lo atolondrada que es, lo poquita cosa, a través de sus apelativos “cariñosos”: Nora es una ardillita, una alondra que revolotea por la casa, sin más preocupación que malgastar dinero en sus pequeños caprichos, sin ser capaz de afrontar el mundo real. Ni siquiera debe encargarse de la educación de sus hijos, ya que la niñera lo hace por ella. Es otra niña más, en un cuerpo adulto, con la única misión de ser feliz y representar su papel de esposa modelo, guiada por la firme y paternal mano del marido.

   Sin embargo, la protagonista va mostrando otra faceta según nos adentramos en su casa, y en su vida. Nuevos personajes se introducen en la trama: Kristine Linde, vieja amiga de Nora que se encuentra en una situación delicada, y parece ser el contrapunto a nuestra descerebrada protagonista. Es una mujer curtida en los avatares de la vida, la lucha por su propio sustento han eliminado de su cerebro cualquier fantasía de las que parecen poblar la cabecita de Nora. También surge Krogstad en la escena, subalterno de Torvald, quien parece tener algún tipo de poder sobre Nora. Es un personaje desagradable, manipulador, que a pesar de lamentar de forma hipócrita su forma de ganarse un sobresueldo con préstamos ilegales, no duda en chantajear para conseguir sus objetivos. Y por último, el Doctor Rank, amigo íntimo de la familia, y único personaje que parece gozar de cierta complicidad con Nora. Los tres serán piezas fundamentales para ir descubriendo a la mujer que realmente se oculta bajo esa máscara de fragilidad e infantilismo.

   Porque esa es realmente la mujer que se esconde tras esa pequeña atolondrada, insegura y juguetona: una mujer valiente, capaz de doblegarse a lo que las apariencias, a lo que la sociedad pide de ella, pero luchando en la sombra, arriesgando su propio honor, para superar sus dificultades e incluso salvar la vida de su marido. Es esta Nora, quien surge al final de la historia, quien es capaz de arrojar los convencionalismos a un lado, y tomar las riendas de su propia vida.

   Podría desglosar los personajes, comentar escenas, analizar más temas de los que Ibsen plasma en este drama de forma maestra, pero prefiero dejar el teclado por hoy, y esperar la apreciación que al resto de lectores merezca esta obra. Yo la leí hace años, casi por obligación, y reconozco que empezó pareciéndome un personaje absurdo el de la protagonista. Pero a día de hoy, no conseguí olvidar el nombre de Nora y lo que él representa…