Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MORALES LOMAS
LA NARRATIVA TRASCENDENTE DE JOSÉ SARAMAGO

Morales Lomas

José Saramago

 

 

          Su profunda humanidad sobresale como hecho cardinal y destacable. Es otro de los valores, muy frecuente en las novelas de Saramago, la selección de personajes vulgares (anónimos casi y prosaicos) que llegan a adquirir una categoría de héroes o antihéroes y emparientan así su obra con los personajes vulgares e insustanciales de Kafka, una especie de héroes de la vulgaridad.

         Queremos pensar que este hecho bien pudiera proceder de su ascendencia comunista y los presupuestos estéticos que en su momento desarrolló el realismo socialista a partir de Zdanov y Toeplitz por cuanto es el hombre-masa, el hombre-vulgo, el hombre sin atributos, el que realmente se convierte en héroe novelesco y no el burgués, no el rico, no el personaje extraordinario. Un hecho que también en la historia literaria lo inventó ya Cervantes (el gran revolucionario de la narrativa contemporánea) cuyas creaciones son la vulgarización de la heroicidad. Don Quijote en su vulgaridad alcanza la gloria. Es el héroe, y el más trascendente de todos, porque su heroicidad está normalizada: no le llega de cuna o de linaje sino que le llega desde la normalidad, desde la vulgaridad. Como los héroes de Saramago, como los héroes anónimos de Kafka.

         El componente de tesis que posee la obra le permite al escritor desarrollar la función metalingüística, realizar abundantes interpolaciones, excursos, reflexiones de todo tipo sobre el ser humano, la ficción literaria, o, sencillamente, sobre cómo se debe escribir una novela. Abundantes en las páginas 170, 189, 191, 197, 225 y 252. Por ejemplo, dice en esta última, con evidentes resonancias cervantinas:

 

“Dicen los entendidos en las reglas del bien contar cuentos que los encuentros decisivos, tal como sucede en la vida, deberán ir entremezclados y entrecruzarse con otros mil de poca o nula importancia, a fin de que el héroe de una historia no se vea transformado en un ser de excepción...”

 

           En la narrativa de Saramago es frecuente la tendencia a las frases con aire proverbial o con afán de quedar inmortalizadas:

 

“En verdad hay cosas que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado” (p.27), “No hay límites para la maldad de las mujeres, sobre todo las más inocentes” (p.41), “La mejor manera de llegar a una buena idea es dejar que fluya el pensamiento...”(p. 100), “No hacemos más en la vida que ir buscando el lugar donde quedarnos para siempre (...), la única cosa realmente firme, cierta y garantizada es el destino” (p. 140), “La culpa es un lobo que se como al hijo después de haber devorado al padre” (p. 241), etc.

 

           Pero entre esas ideas generales, y este comentario tiene obviamente ese carácter por razones de espacio, sintetizamos las siguientes:

1.      Dios y el Diablo (Saramago lo escribe con mayúscula) son la misma cosa:

 

“Si encontrásemos al Diablo y él se dejase abrir, tal vez nos lleváramos la sorpresa de ver saltar a Dios de allí adentro” (p. 276).

2.      El Diablo también es una víctima del Todopoderoso. Le propone a Dios llegar a un acuerdo para que triunfe el bien sobre la tierra, pero Dios no acepta, porque a Dios le interesa más su triunfo que el del bien. Dios necesita mártires para construir su obra. Ante la hermosa propuesta del Diablo (Saramago es su abogado), responde Dios:

 

“No te acepto, no te perdono, te quiero como eres y, de ser posible, todavía peor de lo que eres ahora” (p. 451).

 

3.      Judas es otra víctima propiciatoria. Digamos que le tocó la china y se convirtió en delator porque alguien debía serlo para que se desarrollara la historia de Jesús según el plan trazado por Dios (pp. 504-509).

4.      Jesús realiza su vida sexual con una prostituta, María de Magdala, con absoluta normalidad. Una historia de amor que se convierte en uno de los aciertos más interesantes de la novela por la exquisitez con que trata Saramago a esta María y los sentimientos positivos que despierta. Sin duda que el hecho sexual habrá levantado ampollas en la moral de entrepierna de una iglesia que ve en la sexualidad uno de los mayores peligros. Algo no muy original, pues se sabe que con esta historia se han construido múltiples novelas.

5.      Furibunda crítica a Dios (pp. 150, 152, 156, 266, 276, 426, 445). Entre ellas no faltan varias páginas con los mártires más conocidos de la Iglesia recogidos por orden alfabético, como un intento de demostrar científica y documentalmente que se necesitaron en todos los tiempos mártires y, a ser posible que murieran lo más cruentamente en nombre de la fe en la iglesia de Jesús. Pero no solo mártires-creyentes sino mártires que no lo eran y fueron acusados ante la Inquisición, la mayor lacra de la historia de la Iglesia, construida a base de sangre. Es tan dura la apreciación como cierta, y cada palo que aguante su vela.

                  La integración de la narración y el diálogo, como se deduce de algunas citas anteriores, permite técnicamente mayor fluidez narrativa, a pesar de la parsimonia y el detallismo inicial o de escenas que pueden resultar poco interesantes para el lector. Su punto de vista es el que se mantiene en la obra, partiendo de su pensamiento crítico e irónico, pero frente a ese papel de juez, que lo asume Saramago en su novela, y desmitificador o clarificador de los presupuestos de los mitos o contra todo tipo de imposturas, se nota la profunda humanidad de un escritor que ha mantenido las ideas más hermosas por encima del valor del hecho literario en sí.