Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
FRANCISCO VÉLEZ NIETO
A propósito de "Hojas de Madrid con la galerna" de Blas de Otero. Galaxia Gutenberg

Francisco Vélez Nieto

 

 

 

 

 

 

 

Corría 1968 Blas de Otero cuando el autor de Pido la paz y la palabra, inicia el nacimiento de Hojas de hierba con La galerna. Aire fresco de norte y sur de todos los mares y esas distancias que, “solo la  muerte cierra” “El día dice  a veces que estoy muerto, / a veces dice sí, sí, sí: / entonces doy un grito  y me despierto”

Jamás un libro de poemas se debe dar por terminado y menos en un poeta de la condición y compromiso de Blas de Otero. El  poeta que corregía y corregía, algo donde no fue único, ahí queda nuestro Juan Ramón como incansable corrector, incluso una vez editados sus poemas en libro. Esto nos lleva a preguntarnos si un cierto número de poemas de esta obra póstuma hubiesen sido, tal vez, eliminados por el autor. Así se podría entender tras su lectura.

Pero dicha interrogación no debe  restar el valor y la calidad del contenido en su conjunto, máxime, cuando todo buen lector objetivo, es decir sin iras y fobias, separe las rogatorias ideológicas de lo que significa su verdadera poesía libre de consignas

 ¿Acaso  Neruda y el Manuel Machado, Alberti (por citar algunos nombres)  despojados de sus lamentables cantos al culto a la personalidad de históricos asesinos no son grandes poetas?). Pues desde en ese espejo yo separo en este excelente libro la magnitud de la limpieza de toda su obra. Una extensa pieza poética que nos devuelve un Blas de Otero, meditativo, mortalmente herido, cantando a la muerte, a la vida y al amor con la palabra abierta a todas horas a favor de los humillados y ofendidos.

Así, en el poema Cojeando un poco, que abre el libro expresa: “En una clínica. / Recién operado en una clínica, / fumo, me peino, pienso / en nada”. Aquí ya la perenne huella, el estilo de uno de sus favoritos poetas César Vallejo. A continuación, en el quinto poema El libro, muestra versos del gran sonetista que es Otero: “Está naciendo día a día. Llueve, / hace tiempo golpean las ventanas, /  rasgo un papel, crepitan las persianas / digo que está naciendo. Llueve”.

 Como en toda su obra, y muy especialmente en su última etapa el poeta herido es conciente de la cruel condena que lo aprisiona. Y el tema de la muerte, siempre muy presente en toda su poética, es un continúo y doloroso quebranto al que se enfrenta “En donde esté  una piedra solitaria / sin inscripción alguna, / donde habite el olvido, / allí estará mi tumba”

Sabina de la Cruz autora de la edición,  nos confirma con estos versos el mensaje que deja el poeta el nueve de marzo de 1969.”Cuando yo muera, tú te sentarás a mi mesa con el pelo blanco y releerás mis papeles, mis cuadernos, mis desdichas” Fueron diez años “acumulando en una carpeta, encabezada con el título de  Hojas de Madrid los poemas que llegarían a se su último libro” la reafirmación de su tristeza junto a la vitalidad del sentir lírico e ideológico, compromiso real y constante en su lucha por una sociedad más justa, menos opresiva.

No entremos pues en esas especulaciones que tanto se suelen repetir. El poeta está ahí, con toda la desnudez que siempre mostró como señala en  Más allá del mar “Puedo escribir los tristes más versos esta noche, / cabalgar las paredes y henchir el mar, /  esta noche en que caen copos de lana húmeda / y la luz es más quieta y el aire más sonoro, / y mis cabellos adquieren un instantáneo color violeta”