Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MANUEL GARRIDO PALACIOS

Manuel Garrido Palacios

 

“Hipócrita lector, / soy / la soga desatada de tu escándalo, / el lugar de tu miedo, / tu pudor sin blindaje, / la anónima epopeya del mañana, / la cueva a donde van tus fantasías / con lepra y cascabel. / Soy la voz que te ahoga; / un retoño bastardo que tuvieron / el vicio y la virtud”.

 

De esta guisa arranca el libro “Cuatro lenguas para Venus” -ilustrado por Pilar Domínguez Toscano-, del poeta Ángel Poli, con el que ha obtenido en Gijón el accésit del XXIII Premio Cálamo de Poesía Erótica: “A este día lo salvan / los ojos, las caderas y los senos / de esa chica que clava cuanto enfoca / (si gira, / tal vez le sume a todo / la doble plenitud de un mismo orbe) […] Allí donde, al andar, / tus caderas tocan límites, / arde un ámbito que encierra las arcadias. / Y cada paso es onda / que ensancha, besa, bruñe, siembra el cerco”.

 

Antes, o después, o entremedias, Ángel Poli ha anotado en su historia poética otros premios, otras menciones, otros aplausos, otros reconocimientos, otras lecturas de su obra. De ello se habla en los corrillos como si las voces quisieran festejar la marcha ascendente del poeta en la búsqueda de su propia expresión: “Hay mujeres muy bellas que sólo ante un poema se abandonan”, se comentaba ayer en cierto almuerzo, aparte de un poema que podría ser una definición más del amor: “Aleación / de dos invocaciones que confluyen, / disolviéndose / en un solo estupor a quien la nada / le debe el don de cielo o de elixir”; y este otro en el que el pulso se acelera en el espacio posible: “A la distancia de trescientos metros, / es una forma más entre la gente. / A la distancia de doscientos, / salta la alarma de un coche. / A la distancia de cien, / defiendo las teorías / de Einstein y Copérnico. / A la distancia de un metro, / daría lo que fuera por rozarme / con el pico de un poro, / y coronar su cumbre con un verso / de bandera”

 

Hace tiempo escribí de Ángel Poli que “sus versos tenían pasaporte para llegar lejos”. El poeta trabaja incansable y ajeno a carreras por pasillos, despachos, conjuras, adhesiones inquebrantables, golpecitos en el hombro, sonrisas de oreja a oreja y otras lindezas; se limita a dirigir su andar poético hacia el campo abierto, lejos de las faldas de mamá subvención, de papa institución o del primo amiguete, que le cobrarà el favor de por vida. Tampoco la ciudad pequeña le plantea inconvenientes para crear. Bastaría con recordar obras maestras surgidas en una aldea. Se escribe con más paz en un desierto que en una fiesta, aunque sea lo suyo catar la experiencia festera para luego crearse uno su propio desierto: “Sé que es imposible adivinar tu nombre, / tu rostro, / tu cuerpo, / los ecos que has dejado entre estos árboles, / sobre esta hierba en paz, recién lavada”.

 

El poeta es un ser solo y no constantemente reunido para ver qué migaja le toca del extraño reparto. Los poemas de Ángel Poli irán todo lo lejos que él quiera que vayan porque entiende que el camino ha de hacerse a golpe de verso limpio, como una fuerza de la naturaleza que se vuelca en el papel. Junto a su libro he recibido otro cuyo título reza así: “Cancionero moderno de obras alegres”, nutrido de textos anónimos y de Galiano, Santos, Bernat, Bretón de los Herreros, Camargo de Zárate, Cornejo, Espronceda, Gallardo, Gallego, Góngora, Horozco, Melgarejo, Quevedo, Salinas o Villamediana. publicado en Londres en 1.875. Y ante ambos pienso que no sería de extrañar que Ángel Poli engrosara esta nómina en futuras ediciones, por ejemplo, con este soneto:

“Si sufro una erección (no es sufrimiento / -diría yo que es otra la palabra-) / por uno de tus gestos, sin que abra / la caja de Pandora, pero aliento / mi baja condición, ese argumento / de instinto natural donde se labra / el riesgo de perder (como la cabra / postula la demencia), un instrumento / de corte sideral sueña su luna / (que, dicho sea de paso, es juez y parte). / Si sufro una erección, si me traiciona / un bulto prenatal (como la duna / que impone su orográfico baluarte) / no mires hacia él, que se detona”.

 

Esta es una muestra del libro de Ángel Poli, ese poeta cercano, al que, una vez más, un caso más, escucharemos pronto desde lejos. Hasta puede que nos lo vengan a descubrir un día, como ha ocurrido en las últimas semanas con esos premios que han venido a adornar su obra.