Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

Un ruego: que nadie se escandalice por lo que aquí pueda leer. Otro ruego: si alguien se cree puro o pura que no lea más. Tercer ruego: la existencia hay que revestirla de ironía y de ganas de pasarlo bien, hágalo.

 

         Pues la verdad es que un servidor, por ayer, no caí en la cuenta de que era Miércoles de Cenizas, ya saben ese día en que, al menos antiguamente, la Iglesia nos recordaba que la teníamos que diñar y, era por eso, que el padre cura nos colocaba ceniza en la frente al tiempo que nos decía, más o menos: “polvo eres y en polvo te habrás de convertir”. Hoy, me dicen algunos amigos, que se sigue imponiendo la ceniza con el mandato de “conviértete”. De una forma u otra, el rito tiene algo de tragicomedia, pues son muy pocos los que no saben que aquí estamos de paso hasta que llegemos a la Estación Término, a no ser que como al profeta Elías alguien nos eleve hacia los cielos en un carro de fuego.

 

         Pues bien, serían las 16:15 horas del día de ayer que yo bajé a mi querido Café Bar Gran Vía, sito en calle Don Cristián, a tomar un corto y de rebote un güisqui con bastante hielo y algo de agua. Eran las 23:15 horas cuando, con paso erecto y derecho, salía de tan sagrado lugar. Y salí bien, con algunas copas más de agua de fuego y habiendo saboreado algo de mojama, salchichón, lomo, tomatitos y la amistad.

 

         La amistad se puede saborear de dos maneras diferentes: a palo seco y con unas copas bien bebidas, mejor de la última manera siempre que no se llegue a la embriaguez, y la vivamos en ese filo de la navaja que podríamos denominar puro cachondeo.

 

         Pasaron por Gran Vía toda una serie de personajes que bien se merecen, merecemos, una novela corta y coral: Pepe “el pollo”, Manolo “el bético”, Ignacio “el besucón”, Alejandro “magno”, “el pequeño” Fernando, Jimmy “el políglota”, el bueno de Emilio, Julio “el fotógrafo, Paco, Juan, etc. Buena gente.

 

         No sé cómo, pero como casi todos son cofrades hablamos del Miércoles de Ceniza y no quisimos largarnos del Gran Vía hasta no hacer nuestro particular rito, del que yo fui oficiante. Y así, recogiendo de un cenicero colocado en el exterior, por mor de la excelsa Leire Pajín, culpable de tanto resfriado cogido de entrar y salir, y fui imponiendo la ceniza a todos y cada uno de los amigos, al tiempo que, cambiando la frase, decía: “de polvo vienes y polvo tendrás que echar”, dicho que tal vez sea

más real, o al menos, menos trágico que el que clama la tristona Iglesia para decirnos que se inicia la Cuaresma.

 

         Si no lo creen, pinchen en Google “el copo de pepe” y comprobarán que es cierto lo que relato. De lo que doy fe.

 

         Ustedes perdonen.