Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MANUEL QUIROGA CLÉRIGO
Análisis de los siguintes libros: "Perímetro de la tarde", de Francisco Onieva. Rialp. "El libro del viento", de Diego Vaya. Rialp. "Región de los hielos perpetuos", de Domingo F. Faílde. Vitrubio. "Días preclaros" de Miguel García-Posada. Visor. "Volver" de A. Miguel Mejía. Algaida. "Deseo de luz" de Ignacio Caparrós. Bahía. "Inventario de derrotas" de José Sarria. Ed. Emilio Coco. "Frágil sinfonía" de Balbina Prior. Corondel.

Manuel Quiroga Clérigo

Domingo F. Faílde

José Sarria

                                POETAS ANDALUCES (DE AHORA).

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?, escuchábamos hace años. Pues esos poetas siguen cantando. Al amor, a la vida, a la naturaleza. Cantan y cuando cantan…. Larga, inmensa, sería la nómina de esos poetas. En este caso nos ocupamos sólo de algunos.

 

Efectivamente en el año 1950,  en un dramático exilio, escribía Rafael Alberti su “Balada para los poetas andaluces de hoy”. Muchos de esos poetas habían muerto en la guerra o en la terrible postguerra que un franquismo de la peor catadura habia convertido en algo cruel. Otros vivían fuera de España pero Alberti dirigía sus interrogantes a unos y a otros, a los que vivían en su país y a los que penaban en otras naciones, con la vista puesta en los ríos de España, en sus mares, en sus ciudades.”¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?” era la pregunta. En 1969 Manolo Díaz ponía música a estos versos y el grupo “Agua viva” grababa un precioso disco titulado “Poetas andaluces”: “No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo/encerrado. Su canto asciende a más profundo/cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres”. Aitana Alberti nos decía recientemente en La Habana que su padre “pensaba que Andalucía como región debía ofrecer a sus hombres y mujeres un lugar digno para vivir y que ello tenía que suceder sin necesidad de abandonar su tierra”. Tal vez en ese pensamiento se basara cuando preguntaba por los poetas andaluces, y lo hacía con dudas  como aquellas que interrogan: “¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?/¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie?”. Es como si deseara que los poetas, de entonces, salieran a la luz y siguieran cantando a sus ríos, a sus mares, a sus gentes. Años después, con una España agitada por políticos infames, los poetas andaluces siguen cantando, siguen elevando su canto y haciendo de su voz un monumento a la palabra, un amable homenaje a la lengua de todos. Y es que su canto “ya es de todos los hombres”.

 

La naturaleza, el mundo elevado a milagro, la cosecha, el otoño, el universo todo reducido a deseo: esos son los versos que, como intensa alegría, ofrece Francisco Onieva en su poemario “Perímetro de la tarde”. Es ahí donde los colores nacen al tiempo que lo hacen las flores o precisamente por la existencia de éstas. Y es así como la poesía vive en la existencia de los hombres. Onieva (Córdoba 1976), Licenciado en Filología Hispánica,  dirige su mirada hacia aquello que tiene cerca, se mezcla con la tarde y habla de lo cercano, da muestras intensas del amor y la historia, de jardines antiguos y miradas recientes. Embebido en los versos de poetas como Julio Llamazares, Antonio Colinas o Alejandro López-Andrada,, compañero y maestro, Onieva se inspira en los paisajes cordobeses, en los estímulos rurales del Valle de los Pedroches, en las miradas de sus gentes, en las aves que pueblan el azul de manera itinerante, incluso “en los “silencios”, título del poema del que  reproducimos unos versos: “En tu jardín un joven corta dalias/y vierte su tristeza/con la serena y estricta austeridad/de la cigarra...” Hay trozos de eternidad, esos pájaros llenando los cielos de gozo; existen los arroyos, el agua que discurre, los días que amanecen, el amor que no cesa. La poesía se convierte en una razón para la vida. en el excelso momento en que cobran valor los sentimientos. El poeta, así, devuelve a la naturaleza su voz convirtiéndola en algo eterno. “Perímetro de la tarde” obtuvo un accésit del Premio Adonáis de Poesía 2006.

 

    Diego Vaya nació en Sevilla en 1980. Es Licenciado en Filología Hispánica, Director Editorial de Ediciones Totomítico, del Grupo Almuzara, y asesor de Puerto, Revista de Crítica Poética. Ha publicado “Las sombras del agua” (Alhulia, Granada 2005) y “Un canto a ras de tierra” (La Garúa, Barcelona 2006), que obtuvo el I Premio de Poesía Joven La Garúa y con “El libro del viento”  obtuvo un accésit del Premio Adonáis de Poesía 2007. Vaya es un poeta de la ensoñación y de la certeza. En sus versos el mundo cobra valor de cosa cierta pues la naturaleza aparece íntima y desnuda, plena y vital. El ser humano ocupa el espacio en que ha sido confinado y, por ello, lo analiza y lo reta, como sintiéndose indefenso ante una eternidad de sombras y ante un presente de desmanes que nos lleva al desastre. “Tan solo conocemos nuestro origen/-desde el hueso y la carne-,/la certeza feliz/de haber formado parte de otro ser./El resto de la vida,/arraigado a un hondo desamparo,/es ir de un sitio a otro”. Es un deambular por la tristeza, un recurrir a los territorios de la soledad o la incomprensión. En sus diversos apartados el poeta va analizando la diferencia entre el hombre y el universo, esa leyenda de dolor y de violencia. Asistimos a un recorrido en el cual los afectos y las cercanías se nos hacen necesarios. Y es porque al fondo de todo ello está la vida, que es el mejor regalo: de ahí todos sus significados y significantes: “Todo se va volviendo más sencillo:/así nosotros, como las semillas,/el olor en el aire,/el vuelo sin demora de los pájaros,/la alegría ascendente de la hiedra,/la fiebre que florece en la cintura./Así, naturalmente:/llegando hasta tu boca por la respiración”. Se advierte un clasicismo en la hechura de algunos poemas, una musicalidad innata, una inserción en las cosas diarias, algún ligero misticismo, la indagación propia de quien observa el mundo porque lo vive con afán cada mañana. Esos son los mejores logros de este poeta, de este poemario: “Estas cosas aquí, naturalmente,/están en su lugar. Y aquí, por la mañana,/me estremece el olor de las manzanas verdes,/su luz recién nacida se hace mía en las manos./Está la sed en dirección al sol/y un cuerpo donde ver que el verano ha venido”. Por eso es el viento el vehículo por donde llega la vida, la claridad del alba. Porque también trae ternura, esperanza, calidez. El amor tiene asimismo sus senderos, sus leyendas. De todo ello habla en este libro Diego Vaya, un poeta andaluz de ahora. “Amada seas, Lidia, amada que serías corazón/o la llama que viene bendiciendo y no entiende la lógica glacial/o el viento que en el alma tiene forma de ciervo/o el agua que convierte en vino la tristeza/o la tierra que ofrece y acoge lo que somos serías/si no lo fueses todo”.

 

  Domingo F.Faílde (Linares 1948) es un poeta elegante y refinado. En sus poemas siempre late alguna pasión. O el concepto amoroso o el amor a la naturaleza o el interés por las cosas cercanas son cuestiones que aparecen en sus versos. Su trayectoria como hombre de letras es larga, pues participa en tertulias, anima o dirige publicaciones literarias como fue el suplemento del periódico “Europa Sur” y colabora en proyectos poéticos con su compañera Dolors Alberola , también excelente poeta. como el libro “Decomo”.El último libro de Faílde es, por ahora, “Región de los hielos perpetuos” que obtuvo el Premio de poesía “Provincia de Guadalajara” y que publica Ediciones Vitrubio de Madrid donde también viera la luz “El ojo y el tiempo” de Dolors, galardonado con el II Premio de Poesía en Castellano “Vicente Martín” del Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada, del que nos ocuparemos en otra parte. Licenciado en Filosofía y Letras y Profesor de Literatura, Faílde es autor de varios poemarios, citamos sólo “El resplandor sombrío”,  o “La noche calcinada”. Parte de sus versos se reúnen en “Testamento de náufrago. Antología (1979-2000)”. en “Región de los hielos perpetuos” tenemos una poesía formalista, reflexiva, donde el poeta se sitúa al lado de una naturaleza malherida y analiza los territorios de la incertidumbre. Cada poema es un llanto por algo perdido, por alguna agresión o alguna violencia. En toda esa intemperie se encuentra el corazón del poeta. no en vano el libro tiene dos partes: “El llanto acuchillado” y “Círculo de frío”.Así comienza el grito: “Dormida, al fin, la noche/ni siquiera la sombra se extiende por el mundo”. Es como ver a la especie humana desheredada, alejada de un universo vital. Empieza un recorrido por la tristeza, por las geografías de altura, las calles cercanas, la música, la intemperie y la realidad.  “Todas las estaciones conducen al invierno”, escribe Faílde, como en una premonición de días finales y de desilusiones. Es como andar por los pabellones fríos de la duda, por los senderos anémicos de la soledad. y en “Menosprecio de urbe” deja algunos interrogantes: “Si no nos hace libres, tampoco,  la ciudad,/¿de qué nos sirve la ciudad? ¿qué vértigo/a este cubil de hormigas nos congrega,/a este gran sumidero de sombras precavidas?”.  Y es que se nos fuerza a caminar por lugares inhóspitos, habitar villas de cuervos, dehesas imposibles, desiertos en que no habrá diálogos. El poeta nos ofrece el monólogo vivo de quien observa lo cercano y lo ve distante, incomprensible, fieramente inútil. “Ahora ardemos de frío/-escribe- y morimos borrachos de tristeza,/cautivos de los signos y esclavos de los números”. Es una poesía de lo posible, de aquello que pocas veces nos es dado escuchar, o comprender, o decir. Son versos lacónicos, sinceros, hirientes, solitarios, tenaces. Ese es el gran mérito de Domingo F,. Faílde, el de retratar la soledad con su ropaje más oscuro, el de hablar de la agonía del planeta con su verbo más claro: “He aquí lo que queda de un mundo que fue hermoso”, dice.

 

  “Días preclaros” es un poemario que obtuvo el XXIX Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”. Su autor es el crítico literario Miguel García-Posada, nacido en Sevilla en 1943 y residente en Madrid., quien recientemente había publicado en la Editorial Comares otro libro de versos titulado “La lealtad del sueño”. En este nuevo libro García-Posada trata de reducir el mundo a poesía, de hablar de afectos y situaciones, de dibujar la realidad y llenarla de belleza. A veces nos sorprenden determinados personajes a quien creemos firmemente entregados a un trabajo y sin otras veleidades. Y cuando resulta que uno de ellos, que suele hablar de los poetas con mejor o peor humor, resulta que también tiene ensoñaciones líricas pues parece raro. Ya se dice que cada español tiene un libro en el cajón de su mesa. Pero no todos quieren publicar esos libros, o ganar premios literarios. Claro que de no hacer una cosa u otra nadie sabrá por ejemplo qué poetas se han quedado en el anonimato o qué novelistas no han llegado a conocerse. También es cierto que los propios concursos suelen llevar desilusión a miles de autores y que no siempre el ganador es el autor de la mejor obra. Eso sin meternos a dilucidar la cantidad de gentuza que maneja los jurados o que dictamina quien ha de ser el ganador. Pero volvamos al libro de García-Posada pues, entre otras cosas, nos lleva por un mundo conocido por muchos y deseado por otros. Es, por ejemplo, el que describe un idílico viaje por Italia. Sólo recordar una puesta de sol en los canales venezianos, a veces, nos permite seguir viviendo. En determinadas ocasiones la belleza conocida se hace presente, nos permite repensar el futuro, desear seguir conociendo el universo abierto a una realidad impensada y hermosa. Claro que, para ello, es bueno evitar cruzar por determinados canales malolientes, frente a palacios derruidos o ante jardines repletos de latas de refresco y suciedad inmensa. Habla el autor de “días de tardes amarillas” como si en esos momentos la vida, torpemente, se hallara a la deriva, anclada en la infinitud de la duda. Pero también habla de amigos entrañables, o se dirige a sus hijas, homenajea a Miguel de Cervantes, a Góngora (“el mundo es carnaval doliente y triste”),  Rubén Dario y Jorge Manrique. Es que la existencia da mucho de sí, como decía Julio Caro Baroja, pues cada minuto puede contener siglos de experiencias, de pasiones o de color. Por eso tal vez sea el viaje o la memoria del viaje algo, impensadamente, ameno. A través de ese recuerdo, la vida puede recomponerse, alargarse, hacerse pletórica. “Siempre se vuelve a donde estuvo/ el amor”, escribe el autor de “Días preclaros”.

 

  El VI Premio de Poesía “Eladio Cabañero. Certamen Literario Ciudad de Tomelloso”, que publica la Editorial Algaida de Sevilla, se concedió al poemario de A. Miguel Mejía titulado “Volver”. Su autor nació en Huelva y es Licenciado en Humanidades. En este libro largos y meditados poemas  nos conducen por la inmensa superficie de la vida, por los senderos a veces agrios de la soledad. Por ellos hemos de transitar jornada tras jornada hacia un fin de eternidades oscuras. Y, pacientemente, Miguel Mejía va describiendo circunstancias, itinerarios, músicas o instantes. Lo hace de manera que todos ellos se doblegan ante el influjo mágico del verso, de ese verso que trata de reconstruir los infinitos espacios de la subsistencia. Es como si el autor tuviera la imperiosa necesidad de hablar de tantos simulacros de placer como nos ofrece la inestabilidad de todos los presentes. “no es fácil olvidar el trecho recorrido/pensar que no hubo polvo manchándonos la cara/hace como nada hubiera sucedido…” escribe. Y lo hace con el ánimo incorruptible de quien desea indagar en todos los pasados, en los latidos de un ayer irrepetible o de una historia arrinconada. Tal vez sea porque el ser humano regresa siempre a la memoria, a su memoria, a su inconfundible infancia, a la radical desmesura de algunos desconsuelos. Y es que ese “Volver” viene a formar parte de una necesaria vitalidad que nos puede permitir adentrarnos en los futuros, reconocer los temas apasionantes que nos quieren apresar o confundir o identificar. “abril ya se diluye, las tardes lentamente/nos llevan, nos desvisten/las tardes se disuelven como una cucharada/y es hora de olvidar/ahora que los barrios/se quedan en silencio/igual que quien espera/es hora de sentarse tranquilamente y mudos/y no mirar al cielo y no mirar los pies y no mirar a nadie”. Hay una especial melancolía en esos versos terminantes, necesarios, precisos. Van formando poemas que parecen dar una respuesta a tan incertidumbre, a cierto agobio moderado por cuanto nos rodea o nos amenaza. Y ahí el poeta se siente vigilante, orientado hacia la búsqueda de amaneceres nítidos, de suaves palabras para expresar la insatisfacción y la ruina que nos puede acometer cualquier tarde. Estamos ante una poesía rítmica y sencilla. En ella lo real cobra valor de lejanía, tal vez porque esté incitando a recorrer nuevos caminos para encontrar otros horizontes: “y luego, tras la línea en que apenas se ilumina/un alba diminuta, encontraremos las horas de descanso, el repentino volver a imaginar, cambiando algunas cosas….”. Es la poesía hecha vehemencia y cántico.

 

               Ignacio Caparrós Valderrama nació en Málaga en 1955 y es Licenciado en Filología Hispánica. Ha ejercido la docencia y ha ocupado puestos de responsabilidad como la de Director del Centro Cultural Generación del 27. Su primer libro de versos data de 1993, titulado “Sombra de la sombra que soy”, que recogía su poesía de juventud,  y con “Deseo de la luz” obtuvo el Premio “Bahía” en 1998. Debemos destacar además de su producción “Máscaras del silencio” (Huerga&Fierro, Madrid 1998), que fue finalista del Premio de la Crítica Andaluza.  “Deseo de luz” se divide en tres partes. En todas ellas nos acompaña la rima clásica, el arte menor, los alejandrinos, pero sobre todo aparece un ritmo bello, palpitante, esa musicalidad que transforma el verso en diálogo celeste. En “Cautiverios” el poeta va desnudando su alma. En sonetos preciosos como el XVI el mundo se abre a la indagación, a lo cercano: se ensancha con las dudas y se hace pleno con la vitalidad del cantor: “Debiste haber previsto tanto hastío,/tanta desolación, tan vil ralea,/ciega no más luchar en la pelea/del fuego contra el ascua, el polvo frío”.En “Anhelos”, segunda parte, prima la confesión amorosa, cierta entrega terminante y arriesgada. Los versos se hacen luz y fuego para transitar por terrenos de afectos y deseos. “Contempla mi sufrir/de luces que tú ciegas u oscureces./¿Por qué tanto vivir/si sólo de tus heces/me alimentas? ¡Contémplame tú a veces,/que yo también preciso/tu calor!...” Con “Desazones” se completa esta colección de sueños. Y es aquí donde el clamor se convierte en incesante diálogo, en interminable historia de vitalismos y dolor (como en el último maravillado y triste poema). El amor, la vida, la eternidad van formando parte de un todo magnífico, sosegado, amargo. El poeta penetra en la felicidad, a veces la tiene cerca pero otras se le escapa. Y de ellos nos habla, y es bastante o es demasiado, pues es la mejor manera de comprender su estancia en los abiertos universos de la realidad: “¡Qué ajena desazón me turba y pliega/a este mísero y loco desvarío¡/¡Qué ajeno desconcierto yo hago mío,/yo que llevo conmigo el alma ciega!”. El deseo y la luz se unen en una exclamación desacostumbrada, en un lamento que contiene ternuras y soledad pero también la dulzura de lo compartido y algún trozo de felicidad, a veces inesperado.

 

      Y de pronto aparece en la bella lengua italiano un libro con los versos de un poeta andaluz. Se trata de ese “Inventario delle sconfite”, es decir la versión de “Inventario de derrotas” que hace Emilio Coco del original de José Sarria Cuevas. Sarri nació en Málaga en 1960, “è laureato in Sciencie Economiche e Imprenditoriali”. Publica sus versos en revistas como “Ficciones” (Granada), “Tres orillas” (Algeciras), “Málaga&Poesía” (Málaga), “Ánfora Nova” (Rute), “Tierra de Nadie” (Jerez), “Turia” (Teruel), “Empireuma” (Orihuela), “Almoraima” (Algeciras), “Arboleda” (Palma de Mallorca” , “Almedia” (Almería” o “Entrelíneas” (Tel Aviv). De su participación en la  “Poesía andaluza en libertad (una aproximación antológica a los poetas andaluces el último cuarto de siglo” (Málaga 2001) y del “Diccionario de autores y obras” (Corona del Sur, Málaga 2001) pasaríamos a considerar su enorme trabajo que le lleva a figurar en variadas antologías, colaborar en la prensa, formar parte de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios y tener editados poemarios como “Prisioneros de Babel” (Málaga, 1996), “La voz del desierto” (Málaga 1997), “Canciones sefardíes” (Málaga 1998), “Sepharad” (Málaga 2000) y “Tratado de amores imposibles” (Madrid 2001). La preciosidad de la lengua hermana nos ver en diferente clave la inspirada presencia de Sarria, versos llenos de valores, de leyendas, de ternuras.”Escucho mis silencios y descubro/derrotas de una vida que han servido/para ir tejiendo/con paciencia infinita, con la firme/esperanza de las causas perdidas,/esta tristeza que tanto me gusta:/la esencia de mis actos, lo mejor de mi mismo”. Hay un mundo real que es preciso conocer, reconstruir incluso, saludar. El poeta va hablando de ese universo, de ese rincón en que todo es posible como en la Granada andaluza, también lo es en la bellísima Granada nicaragüense junto a ese lago impresionante y ese impresionante volcán Mombacho. “Hoy podría inundar esta ciudad /con mi llanto”. A veces, sin embargo, únicamente sucede la desesperanza, alguna amargura cercana, alguna derrota innecesaria, esos inmensos aguaceros de la tristeza que todo lo invaden. Leemos: “Hay días que parecen estar hechos/de silencios, ausencias y nostalgias”. Pero, casi siempre, tras la tempestad viene calma. . El escritor chileno Roberto Bolaño escribía: “La vida es de una tristeza insoportable” (“2666”, Anagrama, Barcelona 2005). Pero José Sarria aún sale a nuestro encuentro y nos deja estos versos: “Sé que no estaré muerto/mientras pueda vivir en tu memoria”

     Nacida en Villaviciosa de Córdoba Balbina Prior, Licenciada en Filología Inglesa, “lleva participando en variados proyectos poéticos desde los años 80 y ha sido incluida en diferentes antologías como `Quinta del 63’  o “Mujeres de carne y verso”. Incansable trabajadora, poco reconocida y menos retribuida, su labor abarca desde el campo de la creación y la traducción hasta las labores de editora, ensayista, prologuista, presentadora y  conferenciante. La colección “Aristas de Cobre”, publicada casi exclusivamente a sus expensas y donde ha editado a poetas que ni lo hay agradecido, ni lo merecían, es un hito en el que se aprecia su buen hacer, su amor por la lírica y su orgullo por verter a nuestra lengua a interesantes poetas que se expresan en inglés. Una de sus penúltimas labores ha sido la coordinación de una preciosa “Antología de poet@s contra la violencia de género”, titulada “Final de entrega” editada por Colectivo Ediciones (Córdoba 2006) con la subvención del Área de Igualdad. Unidad de Mujer del Ayuntamiento de Córdoba y a la que, desgraciadamente, los medios escritos no le han prestado la atención que merece. En esta antología únicamente hay una veintena de poetas andaluces pero, a cambio, existen originales llegados de todas las geografías como el de la argentina Susana Roberts (“rasgarle la piel sin compasión/llenar de llagas su cuerpo/verter su ahogo en un caldero...”), la milanesa Donatella Bisutti (“Los ángeles con las lenguas arrancadas./Los ángeles sin grito”), la iraní Ziba Karbassi cuyo estremecedor poema titulado “Muerte por lapidación” ha traducido la propia Balbina: “Anochecen los lobos aullaban/oí sus voces/Anoche/Me trajeron tus rasgadas ropas”. En definitiva más de 70 poetas lamiendo las heridas que la sociedad sigue produciendo. Nadie se explica como puede haber tantas oficinas, organismos, autoridades, personas ocupadas en reprimir lo que se conoce como violencia de género y, sin embargo, la lista de mujeres asesinadas por quienes decían quererlas sigue aumentando cada día.  De Balbina Prior dejamos aquí una sencilla, y suculenta muestra. Son los versos de esa separata titulada “Frágil sinfonía” donde la autora no hace ninguna concesión a la alegría, pues ve el mundo abierto en canal y repleto de desgracias. Su inspiración es para la denuncia, para la transmisión del horror y de la infamia. En “S.O.S” leemos: “América se desangra/entre broncos quejidos/y ahogados golpes certeros./El trovador Miles Davis/compone en Nueva Orleans/la frágil sinfonía de tanta confusión/para el colapso de la Era Heisei”. Y es que las heces de este mundo aullante está cerca de nosotros, siempre están cerca. “Bajo intactos arrozales anónimos/tres millones de vietnamitas (o iraquíes)/y cincuenta y ocho mil norteamericanos,/ilustran el deseo ilegal de olvido,/falsificadas sus conciencias por una perpetua infamia./Nunca salen las cuentas del horror”. Y es que mientras ejemplares padres de familia, convertidos en asesinos legales, vayan declarando la guerra a media humanidad no estaremos seguros. Víctor Hugo dijo: “El mundo no es un lugar seguro”. Y cada vez menos. De estas cosas habla Balbina Prior (“presiento la fragilidad de la existencia”, escribe), no de los “campos de fresas para siempre” que querían regalarnos los Beatles. Aún nos queda la escoria del alcohol y la droga que pasean por todos los continentes sus satánicas majestades, léase Rolling Stones. Balbina Prior ganó el Premio de Poesía “Ciudad de Móstoles” 2000 con su poemario “En los andenes de la Era Heisei, sus versos se han publicado en “Prima Littera”, “Extramuros”, “República de las Letras”, “Ficciones”, “Turia!, “Year´s Book” o “Literaturas.com”. Entre los autores que ha traducido están Emily Dickinson, Donald Hall, Aphra Behn, etc.. Ha publicado la narración “Los Dragones Rojos” y los poemarios “Soldado de Rodas”, “Perversidades”, “Poemas en Off”, “Ladrones de miel”, etc. Sigue trabajando.

  El cineasta griego Theodoros Angelopoulos ha dicho: “No hacemos más que una película, no escribimos más que un libro”, el novelista Menis Kumandareas: “El escritor tiene por objetivo explorar el ser humano y combatir el caos”. Los poetas andaluces siguen creando paraísos, escribiendo, soñando. Escriben el mismo libro, sí, pero es el libro de la pasión, de la indagación, de la esperanza. Hablan del hombre y lo hacen precisamente para salvarle de la desilusión, para mostrarle una geografía intensa, una historia perdurable