Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
FRANCISCO BASALLOTE
Sobre "Estuario" de Tomás Segovia. Pre-Textos, Valencia, 2011

Francisco Basallote

Edita Pre-Textos

Tomás Segovia

 

 

"Tomás Segovia, (Valencia ,1927)  ha sido una  figura fundamental de la poesía de México adonde llegó exiliado con nueve años y donde vivió hasta 1985. Entre sus libros de poemas destacan: La luz provisional (1950), El sol y su eco (1960), Anagnórisis (1967), Figura y secuencias (1979) y Cantata a solas (1985). Su obra Casa del nómada (1994) reúne los libros Partición, Lapso y Orden del día. En 1997 publicó Fiel imagen y entre los años 2003 y 2009: Salir con vida, Día tras día, Llegar, Siempre todavía y Aluvial. . Entre sus ensayos hay que mencionar Contracorrientes (1973), Poética y profética (1986) y Alegatorio (1997). Ha escrito también teatro y narrativa. Entre los premios obtenidos destacan:  Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2000, Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 2005, y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca Ciudad de Granada, en 2008."

 

 

Poeta integral, se considera a sí mismo un poeta que escribe sin un plan "de pronto algo me susurra, algo se me ocurre y empiezo a buscar palabras para decir eso que me anda rondando” y a propósito de su   poética dice: “La poesía que hago, que busco y me gusta leer va por el lado de la intuición, va por el lado de percibir el sentido, no como un razonamiento sino captarla súbitamente, captarla de una vez y traducirla en palabras; es lo que los fenomenólogos llaman la intuición.”.Incidiendo en su concepto de poesía, dice: ““La poesía tal como yo la concibo es justamente esa cosa milagrosa de llegar a la sabiduría. Lo que siempre me ha deslumbrado de la poesía es que cuando ya no era joven y escribía un poema, yo sabía que no era tan sabio como mi poema. Es la poesía la que es sabia. Es lo milagroso. La tentativa del poeta es producir algo que le asombre a sí mismo. Es un parto.”

 

Esta poesía del asombro es la que reúne en el presente Estuario, libro del que el propio autor dijo lo que motivo su escritura: “Había personas que no tienen especial cercanía o afición a la poesía y que se sintieron cercanas a ella gracias a mi lectura. Eso es a lo más que puede aspirar un poeta: a revelarle la poesía a alguien.”. Comprende este libro seis partes con cierta clasificación temática: Aquí estamos, Tiempo atrás,  Palabra dada, Otoño y dudas, Modos de vivir y RG (Ramón Gaya).

 

Aquí estamos, es una especie de reafirmación de su presencia en el mundo; pero con un sentido especial de entrega o más bien de compenetración física con la Naturaleza y la belleza de la luz, el día como medio de su propia iluminación.  Así dirá: “Quieras que no vuelve a reinar el día/ La luz se quita el velo/ Y descubre sus ojos infinitos/Casa común de la presencia/ Donde el mundo se explaya abiertamente/…/ El mundo un día más/ Habrá sobrevivido  a nuestro acoso.”.  Interroga al mundo su destino : “Flotando en la corriente/ Esperando que el día la estación el año/ Mientras me arrastran quieran en algún momento/ Decirme adonde vamos…” , y se abandona a él: “Bajo los chopos tiernamente fuertes/ me sumerjo en su mundo por entero/ Me pierdo sin reserva/ Entre el pueblo dichoso de las hojas…”,  al viento : “ Este alto viento helado/ Es eso que en el mundo/ Nunca podría corromperse…”  o a la brisa: “ Esta brisa tan fresca alada/que al pasar desmelena / a estos ingenuos arbolillos….” ,  hablando en un lenguaje completamente franciscano de compenetración con el mundo y afirmando rotundamente que : “Abro mi puerta y abro ese rostro del mundo/ Al que nunca podremos dar la espalda.”.

 

En Tiempo atrás , hay como un regreso al pasado : “ …me remonto/ A noches de mi infancia…”  y recuerda cómo “ Por esas fechas me abracé a mi vida/ Y en un gran ímpetu me la llevé/ A lo más alto lo más limpio lo más mío/ A empezar con lo puesto…”. Memoria en la que laten las horas de la luz: “ Y cuánto anduve así perdido por las márgenes/ Donde una luz respetuosa y fría/ Punzantemente iluminaba/ El rostro enamorante de las cosas…”   ,  con un intenso tono autobiográfico se pregunta : “Qué buscaba yo entonces/ Siempre perdiéndome en lo más lejano/ …”  y tras la búsqueda se contesta aceptando el designio del tiempo: “Como la historia misma/ Sé bien a qué he sobrevivido/ Pero a mí en cambio sé/ Que me espera una hora dulce y grave…”. La tercera parte,  Palabra dada, es como una secuencia de la anterior en la que prevalece el valor de la palabra: “ …El tibio cauce de palabras/ Que siempre me sacó gustosamente a nado/ De la vacua aridez de vivir sin destino…”..,la palabra como asombro ante el mundo: “ Hoy quisiera ganarle / Un poco de terreno a lo indecible/ Meter unas palabras/ Donde no caben las palabras/ No tener que quedarme mudo/ Ante esta plenitud de todo/ el azul el silencio la paz …”. Otoño y dudas es un solo poema  en el que en el juego maravilloso de las palabras entreteje una meditación sobre el otoño y la vida, su otoño particular  y vital y el otoño que la naturaleza le ofrece. Dirá: “Me ha esperado el otoño/ No se ha cansado de pulir su luz/ De mantenerme limpio el aire/…/ Ha vuelto como siempre/ Sin preguntar siquiera qué ha sido de nosotros/ Si seguimos ahí si aún le deseamos/…/ ¿El tiempo sin retorno de mi historia/Me exilia para siempre del tiempo del retorno?/ Mas no es sólo el otoño quien retorna/ Hay uno en mí que esperaba también la vuelta del otoño…”.

 

En Modos de vivir, se vuelve a manifestar ese espíritu cósmico de unidad con la naturaleza, así en el poema Arenga, que inicia esta parte, se dirige en ese estilo al mundo: “Cosas todas del mundo/…/Quisiera yo deciros/ Que me alegro de estar entre vosotras/ Que me dejéis moverme en vuestra luz/…/ Recorrer vuestro día y vuestra noche / Con  mi vida despierta y mi vida dormida/…/Mientras dure este tiempo…”. Es consciente del paso efímero por el mundo, donde se siente huésped: “…Y sé lúcidamente/ en la limpia mañana acogedora/ Que haber estado aquí/ no es una circunstancia  banalmente azarosa/ Ni una necesidad indiferente y yerta/ Es el feliz azar inescapable…”. Unidad en el goce que se presenta, cada vez más, con su carga efímera mas absolutamente disfrutable: “Necesito contar con cada hora/…/ No tengo tiempo para no ser libre.”.

 

Termina el libro  con el poema Ramón Gaya en el aire, una conversación elegíaca de ese amigo con el que compartió en el México reluciente de su juventud los mejores instantes creativos  : “ Estaba yo pensando en Ramón Gaya/ Estaba yo pensando en ti Ramón/ Y ya para empezar me desconciertas/…/ Cómo saber si no le hablo a una ficción/…/ Era buscar el sitio que tú dices/ Donde la vida sigue viva y respirando/ Salvada por el arte sin dejar de ser ella/ Por ese arte limpio y obediente/ Que Ramón Gaya a veces prefería / Que se llamara creación…”. Un homenaje que ya había hecho numerosas veces en su vida [1] : “Esa circunstancia de nuestras vidas, única e intransferible, que impregna en nuestras memorias esos años con su ambiente, su escenario, sus condicionamientos, se llama en mi vocabulario "México", y supongo que en el suyo también.”

 

Un  poemario en el que deja patente una  vez más  quizás en este caso de manera acentuada, esa dulce y suave intemporalidad en la que el fulgor y sensualidad del mundo es cotidiana presencia, intensa prolongación íntima de su deslumbramiento.

 

 

 

 

 

 


[1] Tomás Segovia, "Ramón Gaya en México", Fractal n° 17, abril-junio, 2000, año 4, volumen V, pp. 11-18.