Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
FRANCISCO GIL CRAVIOTTO

Francisco Gil Craviotto

Enrique Morón

 

 

         Enrique Morón (Cádiar, Alpujarra granadina, 1942) es, además de un inspirado poeta, un reputado autor dramático. Su famosa “Trilogía del esparto”, que agrupa tres desgarradores dramas de la España rural en los años terribles del comienzo de la dictadura franquista, a la que algún tiempo después siguió la “Trilogía del asfalto” –otros tres dramas, pero ahora localizados en la España urbana y en la época actual-, así como el conmovedor monólogo titulado “La Mecedora”, lo consagran como uno de los más destacados autores dramáticos del momento actual.

 

         A esta apreciable producción teatral de Enrique Morón –indudablemente menor que su obra lírica-, ahora ha venido a sumar un nuevo drama: “La Buhardilla”. Se trata de una obra híbrida entre la novela introspectiva y el teatro, en la que el monólogo del único personaje que aparece en escena, de tiempo en tiempo, se ve interrumpido por el comentario de un narrador omnisciente que nos ayuda a comprender la vida y desventuras de este hombre que, fracasado en todo y ya al final de sus días, intenta ahogar en alcohol el drama que le corroe y acecha. Todo ocurre en una mísera y destartalada buhardilla, último refugio de este viejo perdedor, que también le quieren arrebatar sus hijos, dos zánganos sin oficio ni beneficio, que sólo ven en el padre una herencia.

 

         Enrique Morón pone el dedo en la llaga en un tema que, aunque es tan viejo como la Humanidad –entre otros lo trató Pérez Galdós-, se hace especialmente acuciante y doloroso en nuestra época: el de la persona que, llegada a la senectud, se convierte en un estorbo para la familia. El estorbo pasa a la categoría de víctima cuando tiene herederos y a esos herederos, aunque la herencia sea mínima, les urge heredar. De esta manera es el hijo mayor, en connivencia con el que le sigue, el que se convierte en espanta viejos de su propio padre. Tal es el drama que Enrique Morón nos plantea y cuyo final, con el fin de que cada cual pueda disfrutarlo en próximas lecturas o  representaciones, aquí no les voy dar.

 

         Nuestro autor usa en todo momento un lenguaje realista y adecuado al drama que nos expone: En él no faltan los dardos contra la llamada modernidad, el consumismo salvaje, y la cursilería de ricos nuevos y viejos. También hay alguna alusión a nuestra desdichada guerra incivil y a la acreditada crueldad de los vencedores. Es el pasado oscuro del padre del protagonista, del que se cuenta que formó parte de las “escuadras negras” franquistas. A pesar del tiempo transcurrido el viejo de la buhardilla no puede olvidar que la mano que de niño lo acariciaba estaba manchada de sangre. De la cuantiosa fortuna que heredó de aquel padre de pasado incierto sólo le queda la buhardilla y una vieja pistola, también manchada de sangre. Todo lo demás se fue en vivir, acuciado por su familia, una vida de señoritos petulantes, primero en una capital de provincias (¿Granada?) y luego en Madrid. Solo, sin más compañía que la pistola y el vaso de vino, ve pasar las horas de una fría tarde de noviembre…

 

         La obra fue leída por su autor (en el papel del viejo) y por también escritor Miguel Arnás (en el papel del narrador) en el patio de la Casa de los Tiros de Granada, en la tarde del miércoles, 25 de mayo del presente año. Casi un centenar de personas disfrutamos de este espléndido regalo.