UN UNIVERSO QUE SE ABRE 02.07.2012
Hay en la escritura de Ma. Victoria Reyzábal un registro de las cosas en su estado actual y una insistente y a veces perturbadora enumeración, como se extiende su verso, de la variedad de objetos, aparatos, situaciones íntimas (un reclamo por el abandono de la pareja, por ejemplo) y sociales (un atentado, una huelga, la opresión de las mujeres) que configuran un mundo al que habría que cerrarle la puerta. Que no entre. Que se quede lejos. Que no penetre con su aroma de vendimia y su mercadeo en las estancias del bien.
Ma. Victoria hace un apunte del cúmulo de objetos, dejándolos caer no sólo en cuanto flujo de la corriente verbal sino en su exacta y real dimensión: objetos, cosas imprescindibles a veces, como un celular, mas no irremplazables, como un ser humano. Así inicia un cuestionamiento que crecerá a lo largo del libro en el cual el sujeto ha pasado a ser, para los ojos de la técnica, un objeto más al cual componer o con el cual traficar; y el objeto en sí, el aparato, se ha convertido en el icono a venerar por encima de quien lo porta o lo usa. Abre esa puerta que ha despojado al ser, en su humanidad, de tanto atiborrarlo de máquinas y simulaciones y la cierra después de haber revisado el atentado y la guerra, y sobre todo, después de padecer la enfermedad, no sabemos cuál, pero sí sabemos que por ella, la existencia pasa digitalizada en estudios clínicos y aislada entre citas médicas que pueden reducirla, de nuevo, más que a la extrañeza, al sinsentido desesperanzador.
De ahí que la imagen que nos brinda en este caso sea la de un alien. La enfermedad te convierte en alien:
como si cayeran cosas aquí dentro
perfumeros probablemente
plumas estilográficas
pastilleros damasquinados
trozos de riñones
dentro de mi cuerpo
como si el viento inflamara el hígado
y éste estallara
como si llorasen los pulmones
o el estómago fabricara
rabioso
mil ácidos a mil por segundo
malvivo en este cuerpo que desconozco
desde que inició su decadencia
en este ser
de caducada garantía
cajón de sastre que sustenta
un esqueleto tumorado
madriguera de insectos coléricos
envase doloroso
con el que no me identifico
y
sin embargo
soy yo
se supone
Por este libro anda el universo de cabeza y se denuncia que siempre pase aparentando el mejor de los mundos. Es hacia allí hacia donde se inclina la balanza crítica de nuestra autora. Como si gritara: ¡Despierten! Y el grito se prolongara más allá de los últimos versos. Quedara aquí: dentro, como un dolor que despliega sus campanadas a deshoras, y empieza a repicar, a calar, intempestivamente.
Está el crimen múltiple de la estación de Atocha el 11 de marzo de 2004. El ataque terrorista perpetrado en cuatro trenes con 10 explosiones casi simultáneas entre las 7:36 y las 7:40 de la mañana en la red de Cercanías de Madrid, donde fallecieron 191 personas y 1858 resultaron heridas:
un tren
un dragón
un gusano gigante
un engranaje de elefantes
un entramado de suspiros
un adiós
un hola
bienvenida
una mendiga alcoholizada
casi desnuda
en pleno invierno
los escapularios de las horas
en punto
su ritmo métrico
muchos seres enjaulados
en los vagones
muchas maletas enjauladas
en los vagones
alguno de lujo
revisores cantando zarzuela
la zarzuela se agradece
en cualquier sitio
los pasajeros también la canturrean
mientras se aburren
en una parada insignificante
en un lugar insignificante
si no fuera porque en ese sitio cayó la bomba
de la que nadie fue testigo
Si se observa con detenimiento, el inicio del texto es casi una derivación de algún poema de Rubén Darío. Al tren se le asocia, por semejanza, con un dragón, con una armazón de elefantes, con un gusano gigante, pero esta alusión fantástica sufre su descalabro al detenerse la voz, que todo lo mira, en una parada insignificante / en un lugar insignificante donde estalló una bomba / de la que nadie fue testigo.
El tono de estos poemas de Ma. Victoria Reyzábal pasa de la difusión y el encomio donde parece celebrar al lenguaje desde el juego, con el efecto de la proliferación y el vínculo, al desasosiego y el desconcierto. Como si una suerte de metonimia que sustituye al objeto aludido por elementos festivos, casi infantiles, que operan, en palabras de Helena Beristáin como sinónimos semánticamente inapropiados en un contexto cuyo empleo produce extrañeza, llevara finalmente a colocar la memoria en el centro del acontecimiento o de la catástrofe que a toda costa el sistema o la sociedad se empeñan en olvidar. Si hay un acierto que habría que ponderar en este libro es la soltura, el discurrir verbal que no teme asociaciones ni equívocos, sino que busca diciendo y encuentra nombrando. Un binomio contrastante de acercamientos confluyen en la mirada que recorre los 43 poemas que integran Y, por lo tanto, cerré el universo, de Ma. Victoria Reyzábal, publicado en 2011 por la Colección Albura de poesía en la editorial Visión Libros, en Madrid. Por un lado, una frescura desatada, sin restricciones ni miedos de nombrar; y, por otro, una conciencia crítica capaz de formular, en sintonía con una lectura mordaz de la Biblia, al mundo y al poder que lo encausa en la amargura que este último no cesa de ofrecer, y que podría ejemplificarse con este verso con el que cierra el poema XXXVII: Demos al César lo que es de todos.
Por las avenidas que aquí se abren pasan despabiladas señoras, los campos de Castilla enmarcados en una postal de infancia, el mar muerto como el mar interior, los premios de poesía asignados previamente, los presidios donde se esconden los fracasos de otros.
Hay un desfile de mendigos y adictos que mean en las esquinas, gatos, perros, los periódicos que buscan ser televisivos y te exigen mirar para no ver; se presenta la trata de órganos y la fórmula del buen vivir y del sellar pactos y secretos de los ricos; las llamadas perdidas, la babel crecida en nuestro patio delantero, y las calles y los departamentos y casas de Madrid son vistas desde un acercamiento microscópico; también está el reclamo de una mujer hacia otra por un hombre, y sobre todo está la médula, lo ineludible, lo que nos acontece y provoca la ruina y la miseria:
y esto sí nos ha pasado a todos
nos continúa sucediendo
a pesar de la bebida
las drogas
el cine
el turismo
la escritura
las terapias
los manicomios
los balnearios termales
la guerra
la guerra resume nuestras pesadillas
nos enfrenta al grueso de los diablos
nos mata
La guerra como hecho, descarnado y tan real como la sangre derramada de miles; y la guerra que emulan los mismos juegos que a diario ocupan el deseo y la pasión de los espectadores. El universo como un gran circo romano metido hasta en la sopa. Terminaré citando estos versos que mucho nos hablan de nuestra realidad inmediata:
ayer fui al fútbol
los próceres del club
arrastraban la pelota como podían
luego se marcharon a su casa
como si hubiesen ganado una guerra civil
Y es que la realidad que presenta Ma. Victoria Reyzábal no sólo se debe a su musa europea, la vieja España, sino que en nosotros, en México, en Monterrey, en esta patria que se nos desangra sucede también que: por las cañerías se escurre el pensamiento.
Minerva Margarita Villarreal
Directora de la Capilla Alfonsina (UANL)
Monterrey, Casa de La Cultura, 5 de junio de 2012