Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

José García Pérez

¿Quién llamó loco a Matías?” es un libro de investigación sobre un popular personaje, ya fallecido, de esta ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia, escrito por el investigador Antonio S. González Villena, que ayer presenté en el Ateneo de Málaga.

 

            Cajista, legionario condecorado, ciudadano del mundo, excelente calígrafo, inquilino en la habitación 21 del hospital Clínico (pabellón de locos), paseó sus extravagancias literarias (en especial la poesía) y discursos callejeros entre el bullicio del pueblo llano y la “creme de la creme” de la sociedad malacitana.

 

            Ignoro la causa por la que el autor recurrió a mí para el acto de la puesta a punto de su libro. No creo que sea por mis dotes de presentador, pues hace años que, retirado de parafernalias literarias, y recluido en las cuatro esquinas de los cuatro bares que rodean mi habitación, solamente acudo a tomar copa, a degustar un chivo en la Peña Perchelera o a ver un partido de fútbol, el lunes, por ejemplo, disfruté con el Sevilla FC.

 

            Pero bien, desandé calle Mármoles, bajé la Tribuna de los Pobres, encarrilé Compañía y desemboqué en la Plaza de la Constitución, lugar donde se encuentra el Ateneo. Pudo pasar de todo, pero todo quedó dentro de la normalidad.

 

            Digo lo anterior porque me he enamorado de la figura del “loco” Matías, pues vivió como quiso, hizo lo que le vino en ganas y dedicó su vida a escribir, a ser feliz a su manera y, en la mayoría de las ocasiones, a vivir, sino del cuento, sí haciendo de su vida un permanente retrato de lo que debe ser un auténtico cuento.

 

            No recuerdo en este instante el personaje que escribió: “No existe genio que no posea una gramo de locura”, frase a la que se le puede dar la vuelta con la visión de Matías, y afirmar: “Que no existe locura que no posea mucho más de un gramo de genialidad”; por eso, justamente por eso, me he “enamorado” del personaje que he desmenuzado hasta la saciedad.

 

            En fin, la cosa finalizó bien

 

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