Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
F. MORALES
Acerca de "El escalador congelado", de Salvador Gutiérrez Solís.   Premio de Narrativa de la Crítica de Andalucía.

F. Morales Lomas

Salvador Gutiérrez Solís

 

A través del lenguaje coloquial y de un proceso narrativo que trata de reflejar la realidad de una forma totalizadora, El escalador congelado (Ed. Destino, Barcelona, 2012) de Salvador Gutiérrez Solís es la metáfora de la existencia, como reflejo de ese camino interrumpido, esa frontera que estamos dispuestos o no a traspasar en la figura del escalador que queda solidificado. Su arresto o pánico será el límite o corolario de su existencia.

            Con esta obra Gutiérrez Solís muestra su capacidad de entramar situaciones y personajes cotidianos creando una metáfora de la existencia que nos ayuda a comprender el profundo vacío interior al que nos enfrentamos cuando la frustración y los deseos no resueltos, pero también la desesperación que cunde en el escalador atrapado bajo la lava del hielo. Poseedor de un lenguaje propio, culto pero traspuesto por el tono inequívoco de lo cotidiano, Gutiérrez Solís acierta de nuevo en la traslación literaria de los asuntos intrascendentes al plano de lo metafórico. Una estructura envolvente va integrando y ordenando las diferentes realidades, como un émbolo de extraño giro donde finalmente confluyen los argumentos más dispares. Conocedor de la naturaleza humana y la materia de la escritura, nos enfrenta a la dialéctica contemporánea incapaz de prever el abismo que existe entre lo posible y lo conquistable.

Para ello toma como protagonistas a un grupo de personas que poseen diferentes motivaciones en sus respectivas vidas y con un pasado determinado. Progresivamente estas vidas, que aparecen individualizadas en cada uno de los capítulos que conforman el libro (alusivos a los nombres de cada uno de ellos: Luna, Jesús, Susana, Amadeo… y otros no necesariamente), van integrándose y ordenándose en una convergencia necesaria (unos conocen a otros en determinadas situaciones vitales), conformando una estructura envolvente que gira en torno al mismo hecho: ¿Cómo resolver las apuestas de la vida y cómo resignarse a no conseguirlo y quedar como el escalador congelado?

El día a día en la existencia de cada uno de los personajes permite al lector reconocerse en muchas de sus situaciones y casi formar parte de sus historias que se mueven en torno a ámbitos de frustración y de deseos no resueltos. Esto lo permite un lenguaje cotidiano, cercano y fácil para el lector que determina y conduce esa cotidianidad a través de muchas situaciones anodinas e intrascendentes que solo reflejan de un modo certero nuestro diario existir.

Joao -el joven que sucumbe a ser Luna, un travestido espectacular y bello cuya crueldad se hace patente al asesinar al taxista y tío suyo que pretende abusar de ella al verla tan hermosa- es también el símbolo de la sexualidad y un icono sensual de la contemporaneidad. Algo permanente y habitual en los mass media. Nos permite dar rienda suelta al erotismo vital a través de su singladura por diversos lugares del mundo. Le da un aire más internacional a la obra: Roma, Barcelona, Río de Janeiro, Sevilla…  También Luna descubre al escalador congelado en un DVD en Río.

Amadeo acaba transformado en un gran cocinero en la ciudad de Málaga, pero su vida rápidamente cambia al convertirse en un huido de la justicia, desde el momento en que mata a Raúl, el amante de Marianna (tras el suicidio de esta) y huye.  Toda una breve historia cerrada dentro de esta gran historia abierta que de vez en cuando deja elementos de unión entre ellos. El inspector Carlos Torres seguirá las pesquisas de este asesinato hasta el intento de suicidio de Amadeo.

La historia de Jesús y Susana conforman otra visión particular, otro apéndice que crea la multipluralidad de perspectivas. El primero, funcionario de la Junta de Andalucía y, la segunda, productora en una agencia de publicidad. El día a día de ambos, sus rutinas cotidianas… son conducidas con naturalidad por Gutiérrez Solís. También Jesús, como los demás personajes de la obra, recuerda la imagen del escalador congelado, ese elemento de relación entre ellos. La obsesión de Susana por el peso y la dieta. Los desencuentros de Jesús y Susana y las rememoraciones de Ana por Jesús. Los pensamientos de Ana en torno a iniciar un tratamiento de fecundación y su frustración amorosa con Jesús, y la grave enfermedad.

Carolina está a punto de finalizar Turismo y Mario que había abandonado Geografía e Historia. Este acaba finalmente enamorándose de Joao (Luna).

La sensación de hundimiento de Ana López, la contemplación de su cuerpo, la enfermedad de su madre, sus amigas Ángela y Mónica. En un momento determinado piensa que si se pudieran manipular/inventar/programar/ escribir los sueños, seríamos más felices. Esta búsqueda de la felicidad en una mujer de casi cuarenta años, que percibe cómo pasa el tiempo sobre ella y se siente feliz solo por el hecho de tener una talla baja.

Los capítulos son raudos, breves, sostenidos sobre unas pinceladas… Se trata de secuencias que permiten conformar una escena, un pensamiento o una reflexión vital, y en su variedad generan un enorme atractivo en la obra y de este modo impiden la monotonía.

Gutiérrez Solís ha creado un entramado de vidas cotidianas en las que el lector actual se puede sentir identificado perfectamente. En una época de frustraciones vitales, con el marcaje a hierro de la crisis, esta novela aspira a convertirse en un paradigma de esas frustraciones, en una búsqueda incansable de los ideales vitales y en un orden desde el desorden que constituye toda creación.