Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
ANTONIO GARCÍA VELASCO

Antonio García Velasco

Jorge Guillén

El poema de Jorge Guillén, que comentamos siguiendo el orden académico convencional (Valor de contenido, Valor artístico, Valor histórico-pragmático y Notas complementarias) dice:

 

* FUERA DEL MUNDO

 

Cuanto nosotros somos y tenemos

Forma un curso que va a su desenlace:

La pérdida total.

                            No es un fracaso.

Es el término justo de una Historia,

Historia sabiamente organizada.

Si naces, morirás. ¿De qué te quejas?

Sean los dioses, ellos, inmortales.

 

Natural que, por fin, decline y me consuma.

Haya muerte serena entre los míos.

Algún día —¿tal vez penosamente?—

Me moriré, tranquilo, sosegado.

No me despertaré por la mañana

Ni por la tarde. ¿Nunca?

¿Monstruo sin cuerpo yo?

                        Se cumpla el orden.

 

No te entristezca el muerto solitario.

En esa soledad no está, no existe.

Nadie en los cementerios.

¡Qué solas se quedan las tumbas!

 

*                               (Jorge Guillén)

 

Valor de Contenido

En este poema, el autor plantea una serie de consideraciones sobre la muerte. En la primera parte (versos 1 a 8) plantea la inevitabilidad de la muerte. No es trágica la idea de la muerte para este autor, ya que constituye “El término justo de una Historia / Historia sabiamente organizada”. La inmortalidad que quede reservada a los dioses. Tampoco es razonable la queja, pues ya se sabe que “Si naces, morirás”.

 

En la segunda parte del poema (versos 9 a 16), plantea cinco tipos de cuestiones: a) la naturalizad de envejecimiento: “Natural que, por fin, decline y me consuma.”; b) el deseo de que tanto él como los suyos tengan una muerte serena: “Haya muerte serena entre los míos.”; c) la certeza de la muerte y la duda sobre si será una muerte penosa o tranquila y sosegada, además de la duda sobre si alguna vez despertará: “Algún día —¿tal vez penosamente?— / me moriré, tranquilo, sosegado. / No me despertaré por la mañana / ni por la tarde. ¿Nunca?”, aunque, tal consideración, le lleva a d) la actitud escéptica sobre una existencia sin cuerpo: “¿Monstruo sin cuerpo yo?”, y, ante tal consideración, e) la inevitable aceptación del orden establecido por no se sabe quién: “Se cumpla el orden”.

 

En la tercera parte (versos 17 a 20), nos dice que, de cualquier forma, el cadáver no es nada y, en consecuencia, no debe dar miedo ni causar tristeza: “No te entristezca el muerto solitario. / En esa soledad no está, no existe”. En los cementerios, pues, no existe nadie. Por ello, frente a los versos de Bécquer “¡Qué solos se quedan los muertos!”, nuestro poeta exclama “¡Qué solas se quedan las tumbas!”.

 

Valor artístico

         Existe un predominio de los versos endecasílabos. Más, si contamos como un solo verso disposiciones tipográficas como la de los versos 3/4 y 15/16. Aparece un verso alejandrino “Natural que, por fin, decline y me consuma.”, dos versos de 7 sílabas (14 y 19) y, por último, un verso de 9 sílabas, el verso final que “parodia” los versos de Bécquer de la rima LXXII: “¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!” y, por tanto, de tal modo, se acentúa la sonrisa irónica, afirmativa de la idea desarrollada en la tercera parte del poema.

 

         Los versos, por otra parte, son blancos, sin rima.

 

         El lenguaje del poema es directo, sin elaboración metafórica ni empleo de otros recursos lingüísticos, si acaso sólo la metáfora “monstruo” en “¿Monstruo sin cuerpo yo?”, llamando así a la predicada existencia del alma más allá de la muerte corporal. Destacan las interrogaciones como medio para expresar dudas y acentuar la actitud escéptica.

 

         Pese al lenguaje directo y sin apenas emplear recursos lingüísticos potenciadores del valor poético, la profundidad del tema tratado, la estructura métrica y temática bien resuelta, la precisión en el empleo del vocabulario y las oportunas interrogaciones salvan y acentúan el valor lírico de la composición.

 

Valor histórico-pragmático

         El poema, al recoger una reflexión serena sobre el penoso tema de la muerte, denota una escritura en un momento de madurez y, más precisamente, de vejez del poeta. Éste acepta el orden establecido y, pese a las dudas sobre el Más Allá, espera una muerte serena, tranquila, sosegada.

 

Notas complementarias

El tema de la muerte es recurrente en la poesía de todos los tiempos. También Jorge Guillén lo trata en numerosas ocasiones y, de manera especial, en la parte última de su libro “Final” (1981), libro que, dicho sea de paso, me regaló dedicado en una de aquellas visitas que solía hacerle cuando vivía en Málaga: “Para Antonio García Velasco, sin final la amistad y la admiración de su muy viejo amigo Jorge Guillén, Málaga, 5 de Febrero de 1982”. Esta parte de “Final” también lleva el título FUERA DEL MUNDO, a la que pertenece el poema comentado. El poeta mantenía idea de que la vida es la vida y la muerte, la muerte, frente a Quevedo y otros para quienes “Vida es muerte”. También es recurrente en nuestro poeta el tema de oponerse a la idea tan quevediana de ver la vida como muerte. Por ello dirá en otro poema, “ARS VIVIENDI”, con cita de Quevedo “Presentes sucesiones de difuntos”: “Ay, Dios mío, me sé mortal de veras. / Pero mortalidad no es el instante / que al fin me privará de mi corriente. // Estas horas no son las postrimeras, /y mientras haya vida por delante, /serás mis sucesiones de viviente”.

Estas notas nos confirman que, en efecto, el poema fue escrito en los últimos años de vida del autor, es decir, cuando ya estaba próximo a los noventa años: recordemos, en este sentido, que Jorge Guillén Álvarez nació en Valladolid, el 18 de enero de 1893 y murió en Málaga, el 6 de febrero de 1984.