Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
CARLOS BENÍTEZ VILLODRES
Acerca de "Madrid al cielo pasando por El Escorial", de Isabel Serrano.   Editorial Dulcinea. Madrid.

Carlos Benítez Villodres

Editorial Dukcinea

 

La locución popular “De Madrid al cielo, y en el cielo un agujerito para verlo” data del último tercio del siglo XVIII. Tal expresión tiene su raíz en el embellecimiento de la capital de España durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Ciertos estudiosos de esta manifestación nos dicen que su autora fue la beata María Ana de Jesús, monja mercedaria, que nació y murió en Madrid (1565-1624). Otros, sin embargo, refieren que su autor fue Luis Quiñones de Benavente, entremesista del Siglo de Oro, que nació en Toledo (1581) y murió en Madrid (1651). Precisamente, en su obra “Baile del invierno y el verano” podemos leer esta estrofa: Pues el invierno y verano / En Madrid sólo son buenos / Desde la cuna a Madrid / Y desde Madrid al cielo. // Sea dicha expresión popular o tenga autoría, la poeta Isabel Díez Serrano nos manifiesta, tras el prólogo de su libro “De Madrid al cielo pasando por El Escorial”, 2.ª edición, lo siguiente: Dicen: ¡De Madrid al cielo! / Pero, ¿no habrá que pasar / por El Escorial primero? //

         Con esta última obra poética, cuyo contenido lírico se fundamenta, frutece y se refiere totalmente en la villa de El Escorial, Isabel, además de donar al lector la esencia más pura de su bagaje vital, íntimo, enseña al mismo a amar a la poesía. Asimismo, con esta obra lírica la poeta capacita al lector para que, además de conocerse mejor a sí mismo, abra nuevos caminos, alcance nuevos horizontes, sienta nuevas sensaciones, emociones, sorpresas…, en definitiva, viva en plenitud. “En la lectura, dice Carmen Dolores Carrillo Juárez, confluyen los horizontes de la obra y del lector, y del diálogo texto-literario surge una interpretación. De esta manera, la poesía se constituye en lugar de encuentro con la alteridad”. De esta confluencia nace el auténtico placer que nos proporciona la lectura de los poemas que componen este libro de Isabel Díez.

         En “De Madrid al cielo pasando por El Escorial”, Isabel emplea diversas estructuras poéticas (sonetos, décimas, haikus, indrisos, tankas, prosa poética, etc.), utilizando para sus contenidos un léxico culto, atractivo y frondoso, que enriquece el efecto buscado al crear estas composiciones poéticas, consolidando con ellas el leguaje de la belleza, de la musicalidad más rigurosa, de los recursos expresivos, de las imágenes y signos totalmente dinámicos… Gracias a ello, la poeta amolda la realidad, sus sentimientos, sus deseos o aspiraciones… a una seducción edificante, que actúa en el lector con vivacidad y consistencia.

         Con los variados temas que, en sus poemas, Isabel Díez nos ofrece en este libro, consigue plenamente pulsar, desde su sapiencia y sensibilidad y magnetismo, el mundo interno del lector aglutinando lo concreto y lo abstracto con elementos expositivos de gran sublimidad y armonía. Nuestra poeta bien sabe que la poesía es el más primordial de los géneros del arte. La poesía nutre a la vida y ésta se sustenta de poesía. La poesía es en sí misma un vehículo de nexo y de comprensión, de vitalidad y de toma de conciencia…, creado por el poeta, en sus propios dominios de identidad, de riqueza personal y de facultades expresivas, para donar al lector lo más puro de su ser, lo más puro de su existencia, lo más puro de su bagaje interior como manifestación de su libertad innata y de su poder creativo, capacitado para realizar, desde la sencillez a la complejidad, sus propias producciones poéticas. Por consiguiente, el poeta debe buscar su desnudez interior, la de su entorno y la del mundo. Una vez que ha conseguido estos desvestimientos, está en disposición de encontrar los signos propios de la existencia, base y núcleo de la poesía.

Isabel Díez nos muestra, con su palabra poética, su mágica disponibilidad para revelarnos, desde la voluntad de crear, las gemas líricas de su experiencia física, mental y emocional, que se ensamblan con esa grandeza íntima de  hacer sentir, o emocionarse, o sorprenderse a quienes beben de sus fuentes poéticas el innatismo y la dinámica y la fructificación que conlleva el compromiso artístico de nuestra poeta. Si nos adentramos en el contexto de lo expresado, comprenderemos el porqué “la poesía, dice Mario Benedetti, es el género de la sinceridad última e irreversible”. Ciertamente, en el seno de esta franqueza poética se encuentra la sustancialidad que mana de los poemas de Isabel Díez, y que el lector percibe, en los hondones de su ser, como una luz singular y fecunda, arropada por el misterio intrínseco de la vida. “Todas las cosas, manifiesta García Lorca, tienen su misterio; la poesía es el misterio de todas las cosas”, en definitiva, el enigma de nuestra existencia.

“De Madrid al cielo pasando por El Escorial” comienza con cuatro versos introductorios de su libro “Del tiempo y sus ocasos” (2006). En ellos leemos: Sedienta de palabras hoy me asomo / Al cielo que se posa en mi ventana. / Oh luz, dorada luz es de noche, / No duermo. Préstame tus sílabas. / A continuación, nos encontramos con una introducción de Antonio Vicente Rubio, alcalde presidente del Ayuntamiento de la leal villa de El Escorial (Madrid). En ella, entre otras maravillas, leemos: “Cuenta ya (Isabel) con una larga trayectoria literaria. Libro este (…) donde se nos presenta (la poeta) envuelta y enamorada del paisaje, fundida con el entorno, nuestros monumentos, la gente de nuestro pueblo.

Isabel nos dice sentirse dichosa, sentirse en su casa, como proclama en algunos de sus versos: Ésta es mi casa / y nunca lo sentí como hasta ahora. / Aquí, mi tibia almohada, / mis pies siempre descalzos…/”.

A este estudio preliminar le sigue un exordio de Alfredo Villaverde Gil, escritor, poeta, editor y presidente de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha. En él leemos: “…Isabel Díez nos propone en este libro de poemas que hagamos una parada intermedia, que nos detengamos en ese escalón maravilloso que es la villa de El Escorial, sin duda uno de los hitos en la historia y el arte de nuestra España. Y su propuesta es tan acertada como lírica, al modo de una guía poética que nos adentra en emociones y pulsos, celebraciones e intimismos, resonancias de ese ensamblaje entre vida y obra que da a luz este hermoso libro”. Bello y significativo texto de Alfredo Villaverde en su proemio “Palabras para ascender al cielo desde El Escorial de la mano de Isabel Díez”.

Tras dicho prólogo, el lector se encuentra con la parte medular de la obra, donde, precisamente, palpita su fondo y su grandeza, Ese compromiso y esa gloria que arrancan de la dignidad majestuosa que caracteriza la concepción de la poesía por parte de Isabel, como supremo arte de escribir auténticos y valiosos poemas para deleite del lector de hoy y de mañana. En uno de sus variados poemas leemos: Aquí sólo se asienta la alegría / los flecos de la tarde van llenando la copa, / nos sentimos cansados pero plenos / de amor y de paisaje. /  Obviamente, Isabel se refiere, con estos excelentes versos y con todos los que componen este libro, a la leal villa de El Escorial.

Concluyo este comentario con este tanka: No ha de importarnos / que el Monte esté sombrío, / el sol vendrá / de nuevo con sus plumas / doradas y encendidas. //

Estoy totalmente convencido que esta obra de Isabel Díez calará hasta los adentros más profundos del lector, enriqueciendo su bagaje personal durante su viaje sin retorno por un mundo que abruma, que inquieta su capacidad de ser hasta límites insospechados.