Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
Mª VICTORIA REYZÁBAL
En torno a "Obra poética (1965-1998)", de Eduardo Mitre.   Valencia, Pre-Textos, 2012, 434 págs.

Mª Victoria Reyzábal

Eduardo Mitre

Editorial Pre-Textos

 

El autor de esta obra, boliviano de nacimiento, ha estudiado derecho en Cochabamba, en Francia Literatura gala y en EE.UU., latinoamericana. En este país ha impartido clases en la Universidad de Columbia y también en la Católica Boliviana de la citada Cochabamba. Es miembro de la Academia de su país, correspondiente de la Real Academia Española, aunque reside en Manhattan.

En este volumen se incluyen sus libros: Morada (1975), si bien comienza con la Elegía a una muchacha de 1965, Ferviente humo (1976), Mirabilia (1979), Desde tu cuerpo (1984), La luz del regreso (1990), Líneas de otoño (1993) y Camino de cualquier parte (1998). A su vez, otras obras posteriores de Mitre han sido publicadas en esta misma editorial, pero además tiene dos ediciones antológicas belgas de su poesía, ha sido incluido en antologías hispanoamericanas y traducido al inglés, francés, italiano y portugués. Todo ello revela no solo su formación cosmopolita sino la extensión de su verbo lírico, incluso más allá de las fronteras del español.

El texto que nos ocupa muestra la trayectoria poética de Mitre a lo largo de veinte años largos, que en estos quehaceres abarcaría aproximadamente desde sus 32 años hasta los 55, etapa de gran vitalidad lírica en quien vivió y compartió la fuerza y el declive de movimientos literarios de gran calado. No obstante, su verso nunca se adscribió a excesos sintácticos ni retóricos para cantar el deseo, lujoso en la Elegía inicial, simple en Morada, allegado al “deseo que ya no/ Quisiéramos desear” y un lenguaje que atiende a la cotidianidad de los objetos en Ferviente humo, libro aún más existencial si bien esta es la línea de toda su producción, en el que se evoca a Safo, a Pizarnik, en el que se habla de la muerte, del cansancio o la añoranza: “Si el recuerdo fuera una ciudad/ y no una estatua/ y la ausencia una carta/ y no una espalda/ y esta noche aquella mañana/ y Amsterdam Cochabamba/ y este cuarto aquella calle/ y esta sombra aquellos árboles/ y este nombre aquella cara/ y esta lámpara aquella mirada/ y esta boca aquella página/ y aquel silencio estas palabras” (“Añoranza”).

Los sentimientos reinan en cada poema por concreto y común que resulta el referente como en Mirabilia con composiciones dedicadas a “La silla”, “La mesa”, “El sillón”, “El vino”, “La lechuga”,..., recortes de la vida diaria en objetos, verduras o animales como, por ejemplo, el gato “Recorrido –más que visto- largo oscuro/ y al final dos faros amarillos”, donde juegan elementos o estados que evocan la simplicidad de lo doméstico enmarcada en un convivir con lo otro, con el mundo que nos circunscribe y explicita “Al polvo vamos, pero venimos del agua”. No obstante, este decir intimista, no evita la crítica social:

“Diestras voces anuncian

las últimas masacres.

Ya matamos

mas precisos que la muerte”

                                    

Sin embargo, el poeta percibe y escribe sin perder el yo como centro de su realidad.

Junto al deseo y al amor, la melancolía, el paso del tiempo, la nostalgia..., aparecen motivos como la infancia, la soledad, el miedo. Con especial resonancia suena la composición dedicada al hijo y el recuerdo de la patria en La luz del regreso, donde se plasman sus menciones de Granada, Baeza, Úbeda y Cochabamba, de Van Gogh, de Giacometti o dedicatorias como la recogida a Muñoz Molina.

En poemas cortos, muchas veces de iguales palabras contrapuestas en sentido y enunciados en espejo, ocasionalmente en prosa, con poca puntuación, en algunos casos en mayúsculas a lo caligramático o con diagramaciones visuales que reproducen el concepto que describe, tal el caso ya citado de la silla o el dedicado al mar, progresivamente simplificados los textos en los últimos libros, el lenguaje, los conceptos, así en “Húmeda llama” de Líneas de Otoño (“Tu desnudez expuesta,/ entera/ como en pan en la mesa./ Beso a beso,/ caricia a caricia, se dora/ al sol del deseo”, reforzado el uso de las sinestesias y las metáforas clásicas, así el barco/árbol. En esta obra se hace patente la influencia de la literatura española, de Quevedo o San Juan, la reiteración de objetos (árboles, rocas, sábanas), de verduras y frutas (alcachofas, peras, bellotas) y el recuerdo de sus paisajes:

“Aquí donde la piedra

es retrato del tiempo

 

y el espacio

el único árbol

 

y su follaje: nubes

y sus frutos: astros.

 

Y el viento:

viento entero.”

                 

         A lo largo de todos los libros se mantiene el mencionado sentir existencial, el recordatorio de la muerte y el camino: “sé que ya no hay viajes/ sino apenas traslados. Sé que atrás no está Ítaca/ ni delante El Dorado”, manteniendo motivos constantes como el del deseo:

 

                                               “Continuamente al acecho

                                               el deseo anda en círculos:

                                               preso de su presa

                                               y prisionero de sí mismo.”

 

el de la escritura, las olas, temas o figuras recogidas en estrofas enlazadas a través de bocetos de pinceladas espontáneas, instantáneas de momentos, fotogramas elementales, desnudos, rasgos escuetos: “Tus párpados: puentes levadizos/ velan el paso/ a tu castillo”. Hasta aquí, hasta el final de esta última composición, la obra recopilada de Mitre transita hacia la senda del despojamiento, del rechazar artificios y excluir afeites, concreción que no siempre resulta destacable, aportadora de logro poético sin trivialización, quizá en algunos casos demasiado evidente en Camino de cualquier parte, sin embargo los aciertos compensan la fácil plasmación de ciertos versos y ofrecen una entrega seria y valiosa de la poesía de este autor, del que sin duda conviene conocer el resto de su producción.