Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
PEDRO LUIS IBÁÑEZ LÉRIDA
La significación literaria del autor de "Poesía e imagen", arbitra en el panorama contemporáneo español un lugar de síntesis en la fusión de códigos.

Rafael de Cózar

Pedro Luis Ibáñez Lérida

"Muere un poeta y la creación se siente / herida y moribunda en las entrañas", Miguel Hernández expresó con tamaña y poderosa introspección simbólica, en estos dos versos de la Elegía a Federico García Lorca, el tajo que abre el fenecimiento y del que vierte el canto intemporal y común al ser humano en su itinerario vital. Y que en el poeta, sin privilegios ni devengos, es raso y mundano. Porque la palabra poética es hecho y secuencia común por más que se la quiere investir de inasible presencia y esencia. Muere mi amigo y compañero Rafael De Cózar, Presidente de Honor de la Asociación Colegial de Escritores de España, sección autónoma de Andalucía, ACE-Andalucía, de la que tengo el honor de formar parte como miembro de su Junta directiva y delegado provincial en la provincia de Sevilla. Pero la poesía y vida enhebradas a su palabra permanece indeleble. La talla humana e impronta personal de Rafael irradiaban el halo festivo, desenfadado, grato, hospitalario y propicio al otro. No existían distancias ni cortapisas en su proximidad ni dudaba en alcanzarnos con su ánimo más cálido y el arrebatador acento humorístico que le caracterizaba. Siempre tuve la sensación que su dimensión humana eclipsaba el calibre mayúsculo de su pensamiento intelectual y la profundidad de su obra poética -discursiva y visual- narrativa e investigadora de las vanguardias, una constante en su vida, "Las vanguardias han existido siempre". Al fin y al cabo el poso siempre se halla en lo más hondo y llegar a él requiere adentrarse.

         El dolor me embarga y la memoria fluye como venero paciente para aliviarlo. Eramos, entonces, dos advenedizos. Extraños en el paraíso de las publicaciones. Un lugar que parecía pertenecer a otros sumidos en la pura complacencia y que a una nueva e inopinada aparición, en lo que consideran su ámbito de influencia, suelen atender con una mezcla de perspicacia, indiferencia y equidistancia. Junto al también poeta Martín Lucía, inicié en el año 2009 un proyecto editorial independiente que hoy día se conoce como Ediciones En Huida. Provenientes de la trama cultural de base de la ciudad de Sevilla, en las que asociaciones con escasos recursos y mucha voluntad ponen lo mejor de sí para cultivar el gusto literario y poético, emergimos desde la sencillez y humildad como seña de identidad para abordar con ilusión, entrega y honestidad nuestro compromiso con la literatura. Precisamente cuando ésta nos requería abundar en una mirada más amplia y enriquecedora sobre ella. Rafael no dudó en depositar su confianza en nosotros para publicar la obra poética Los huecos de la memoria. Un título que concierne a la propia poética cuando en su reflexión sobre ésta nos señala: "el poema no procede de la realidad, sino de los ecos que dejó en la memoria". Una obra elaborada en más de treinta años y que con su preciada y preciosa generosidad nos ofreció para una publicación que estableció un antes y un después en nuestra trayectoria. Mis circunstancias familiares de salud me obligaron a abrir un paréntesis en la etapa editorial. Sin embargo, Rafael siguió siendo amigo, compañero y benefactor en la relación  que mantuvimos en ACE-Andalucía, siempre en primera línea para secundar con su apoyo las iniciativas que como delegado en la provincia de Sevilla proponía.

         Las drámaticas circunstancias que han rodeado su muerte en el propio hogar, enfrentándose al fuego devorador que amenazaba la biblioteca personal compuesta por más de nueve mil volúmenes, atestigua ese indómito sentido de la vida que lo engrandecía, y no precisamente por la ausencia de juicio, más bien lo contrario, por la clarividencia romántica. En este sentido nadie podría entender que diera su vida por los libros, pero no es menos cierto que la literatura era una parte fundamental de aquélla y en su proceder y modo consiente ese desprendimiento impelido por el envite ante tamaña pérdida. En la novela distópica del autor norteamericano Ray Bradbury, Fahrenheit 451 -la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde- los libros son quemados por orden del gobierno porque impiden que prospere la felicidad y procuran angustia. La lectura hace diferentes a los ciudadanos poniendo en peligro la felicidad que proporciona la igualdad. Sin embargo Guy Montag, también bombero, se rebela y no  duda en leer un poema ante el horror de su propia familia. Un acto aparentemente inconsciente que pone en riesgo su propia vida pero cargado de un simbolismo extremo que la dota del alma que expresa la motivación contenida y desvela el ansía de libertad que contraviene al poder

         La virtud que aparentamos, sin aval ni garantía, nos precede a los seres humanos para confesar paradojicamente a gritos la debilidad que tratamos pase desapercibida frente a los demás. Rafael de Cózar entreabría la suya -la grandeza de su debilidad- para que la pudieramos degustar y compartir, atendiendo al principal mandamiento que propugnaba y ejercía: la amistad. El fuego no extingue su palabra, si acaso es el rescoldo que solivianta la existencia que ahora queda en nosotros, en quienes le conocimos y amamos pero también en los lectores que avivarán la llama como zarza ardiente. El mejor y mayor reconocimiento a un autor es la lectura de su obra. No dudo que ACE-Andalucía hará pendón de ella para disfrute de aquéllos y revelación de la excelencia de los autores andaluces a quienes representamos.

         Hasta siempre querido amigo Rafael, el fuego no extingue tu palabra