Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MANUEL QUIROGA CLÉRIGO
En torno a "Fue en Moguer", de Encarna León. Ilustraciones de Amelia Jiménez.

Manuel Quiroga Clérigo

Encarna León

GEEPP Ediciones

        Me sitúo en un prado frente al mar de los cántabros. A mi derecha veo tres caballos oscuros, detenidos, graciosos; a la izquierda, algo lejos, breves matas de nieve en los Picos de Europa, preludio ineludible del invierno cercano. El horizonte todo es azul, infinito, y en los cielos hay nubes de algodón reluciente.

Amaneció despacio tras la lluvia reciente pero ahora una brisa, taciturna y golosa, va ocupando la hierba extensa y suficiente. En la ría quedaban dos cisnes como espejos y a la bahía virgen volvían impacientes cormoranes azules con su volar cansino de aves itinerantes.

Cuando cierro los ojos, muy cerca de la espuma de unas olas de harina, veo un asnito blanco jugando como siempre con unas mariposas indecisas, pequeñas, que trota iluminando los caminos de avena.

Ah, ya recuerdo ahora. Es Platero, el burrito precioso, llegado de repente de los torpes senderos de Comillas y Oyambre. Detrás viene un poeta, que es famoso en Moguer por sus versos de miel y líricos ensueños, pese a que su semblante sea algo arisco, serio. En esta duermevela hay músicas de arcángeles y esquirlas de ovejas pero hay, sobre todo, un universo limpio de afectos duraderos de ese creador lírico que posee un amigo esponjoso , digo “peludo y suave”, con orejas de garza y alegría en las venas.

Hoy hace muchos años, digo cien, que Juan Ramón Jiménez quien desterró la g de su escritura libre, ideó con paciencia ese libro glorioso con un burrito blanco como protagonista y todo un territorio de amistad y de afectos. Su obra, que se encuentra en algunas memorias, en bibliotecas blancas, en los mundos abiertos, contiene, sobre todo a Platero y Moguer, el amigo y la tierra, siendo ya patrimonio, recreado y perfecto, en todos los recuerdos de infancia memorable de infantes estudiosos, de adolescentes tímidos, de apacibles poetas; también de enamorados y de otras personas.

Una poeta de hoy, granadina inspirada, residente en Melilla en ese promontorio de brisas impacientes cerca de la Alcazaba, viajera impenitente, escritora ordenada, creadora de historias llenas de primavera, quiso ir a Moguer y vivir con Platero, al menos en su espacio de andanzas transparentes, camino de océanos de atlantes e inocencias. Es Encarna León, pacífica habitante de un alto de vientos con mirada a otro mar, que es un Mediterráneo de lluvias contenidas, la versificadora, narradora, pensante quien visitó un día la Casa del Poeta en su pueblo natal y atrapó su perfume, esa leyenda onírica de costumbre y leyendas. Después escribió un libro delicado y hermoso, con sabor a azahares y recuerdos de azúcar. “Fue en Moguer” es su libro, que ella subtitula “Una recreación de “Platero y yo”. En un prólogo vivo dice Encarna León: “Siempre me cautivó la ternura, la inocencia, la evocación poética de la vida cotidiana del poeta en Moguer. Juan Ramón Jiménez, su prosa tan sutil, tan colorista y armoniosa envolviendo la figura de un simple. Hablemos de “Platero y yo”. Y, ella, habla. Utiliza un método precioso, ameno, como es el recurrir a una frase, unas palabras, del libro original del inmortal Jiménez y construir, con ellos, los más bellos y acertados poemas. Pongamos un ejemplo: en el primer poema, “La ternura de Platero”, que parte simplemente con la definición del burrito (“Es tierno y mimoso/igual que un niño”), como lluvia de agosto Encarna León dicta sus reflexivos versos: “Su tacto es de seda y algodón/y su trotar tan fresco/ como el rocío./Se adentro en el prado/y manjares de colores/sacian su apetito./Come margaritas blancas,/amapolas ardientes,/campanitas celestes…/En casa saborea la rica/mandarina, la uva moscatel/y los higos frescos./Pasear a la grupa de Platero/es toda una delicia”.

Los poetas, mal entendidos, poco atendidos por una sociedad mercantilista, embaucadora, corrupta, pretenciosa e inútil, donde sólo tiene valor el dinero y la belleza aparente, aunque no sólo de la contemplación de obeliscos y catedrales o el encanto de las maniquíes vive el hombre, los poetas, digo, abandonados a su suerte por editores, diputaciones y periodistas, también han de acercarse a los mundos del otoño, del despertar de la primavera, al alegre trotar de los burritos, el canto diáfano de mirlos y ruiseñores o a la simple visión de un prado sin zarzas. Eso, precisamente, hizo Juan Ramón Jiménez, con esa discreción expresiva y esa melancolía evocadora del mundo encerrado en una mirada, al trasladar su pensamiento al mundo universitario y evocar con fuerza fantasías y vivencias. Por eso, también, relató sus propias andanzas con un compañero “peludo y suave”, igual que Miguel de Cervantes escribió la existencia del loco más cuerdo de su época y de todas las épocas y su genial compañero, tan inculto como humano. Tal vez por todo ello los sesudos académicos suecos le concedieron el Premio Nobel de Literatura en 1956 por su especial sensibilidad al acercarse al mundo de la realidad aunque, por entonces, en España pocas editoriales se atropellaban por publicar su obra.

El que Encarna León, andaluza reflexiva, con muchos títulos publicados y que da nombre al Certamen Internacional de Relato Corto “Encarna León”, creado y mantenido por la Consejería de Educación, Viceconsejería de la Mujer de la Ciudad Autónoma de Melilla desde el año 2000, siga escribiendo para tanto para el mundo abierto de la existencia como para sus nietos y universo circundante, supone la necesidad de darle nuestro reconocimiento y respeto por sus trabajos, no sólo poesía, plenos de sentimiento y afecto. Tal vez eso mismo le haya animado para acompañar al poeta onubense y a su compañero de algodón y tibieza por las calles de su pueblo glorioso, a vivir en ellas y evocar las andanzas de tan genial pareja. “Silueta de algodón” es uno de los poemas más evocadores del libro. “Platero discurre presuroso/entre cañaverales…”, “Las orejas erguidas como nunca/y ligero baile le cambia su trotar”. En “Noche mágica” leemos “La penumbra me envuelve sigilosa,/me hace regresar estremecido/a compartir mis sueños con Platero”.

Libro de una belleza espléndida, como el original del poeta de ¨”la barba nazarena”, éste “Fue en Moguer”, con preciosas y delicadas ilustraciones de Amalia Jiménez y muy bien publicado por GEEPP Ediciones, con al patrocinio de la Consejería de Educación y Colectivos Autónomos de la Ciudad Autónoma de Melilla (2014), es todo un canto de alegría, de esperanza, de nítida hermosura, de simpático estremecimiento. Platero retoza por estas páginas, vibra, corre, juega, se escapa, se compadece de los chiquillos pobres, se acerca a una loca tal vez como Aguedilla, se va al Huerto de la Piña, se asoma a la alberca…En “Canciones de cuna fresca” leemos: “ Platero pasea entre los pinos/y disfruta de ese olor a verde,/de quietud limpia y sosegada;/de matorrales que acarician/sus patas juveniles” y en “Luciérnaga infantil” llegan algunas tristezas, que más adelante serían pura tragedia ya referidas al propio Platero: “Un día no volvió, los ángeles/le subieron al cielo infinito de paz/y de sosiego de los niños risueños”. Y es que aquí no vamos a hablar de la muerte de Platero aunque sí de esa coda preciosa titulada “Al calor de estos versos” donde la escrituras granadina, Delegada Territorial para Melilla de la Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma Andalucía, se hace eco del dolor del poeta y escribe: “No tuve la suerte de palpar/tu cuerpo esponjado de amor,/ni atravesar los prados de flores/amarillas o blancas de pureza/que tanto disfrutabas”. Pero, al final, tras recordar las andanzas de Platero y su inefable compañero recuerda, casi con tristeza y con algún alboroto emocional: “FUE MOGUER, y así lo escribo”.

Ahora aún adormecido frente al mar entusiasta y eterno, recuerdo a aquel Platero rumiando tréboles de lluvia y corriendo por los prados. Noto como un lamido junto a mi barba blanca y despierto de pronto debajo de las nubes. A mi lado se encuentran un burrito brillante, un poeta en penumbra de apellido Jiménez, una poeta de hoy que escribe mariposas desde una Alcazaba.