Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        

José Lupiáñez

José García Pérez

 

POEMA DE JOSÉ LUPIÁÑEZ

 

PERFIL

 

La imposible belleza de ese perfil me tienta;

las luces de la noche dando brillo a sus ojos,

la hermosura y el vértigo, la espiral que me acerca

los labios deseosos y el amor y su niebla.

 

Ojos desconocidos que tanto me conocen;

labios que besarán los labios de la dicha

distancia que no empuja, que conduele o desvive

al pecho que se altera junto a un pecho que vibra.

 

La noche nos embriaga de su antiguo perfume,

y un perfil, ese enigma, convida a su lisonja;

la caricia es de pronto quemazón, nube, lumbre,

y es su piel esa noche lasciva y peligrosa.

 

Qué sueño, qué sonrisa, qué misterio, qué mano

roza mi frente ahora sin saber lo que piensa,

hoy que la noche es bosque de súbito y de sombra

y un perfil de belleza me tienta.

 

 

 

ESTUDIO DEL POEMA POR JOSÉ GARCÍA PÉREZ

 

Cuando alguien se queda con lo que ve, la vida se constriñe. Cuando intenta descubrir más allá de simple acto sensorial, la vida se expansiona. Toda expansión es positiva, lo que no la excluye de una cierta peligrosidad. El intentar percibir más de lo captado puede llevar al observador al éxtasis o al infierno; a este se llega cuando se comprueba que todo lo que nos rodea forma parte de un montaje teatral de enormes dimensiones del que uno es protagonista como actor de primera, segunda o tercera clase; se alcanza el éxtasis si toda la percepción conseguida se absorbe esponjosamente, y en un monólogo interior, sin intermediarios teatrales, se transforma en sagrada manifestación de la belleza; cuando esto se consigue: nace un poema.

 

José Lupiáñez, en su poema, se asoma en la noche al balcón de la belleza en el difícil intento de fundirse con ella; belleza y deseo que van a copular la grandiosidad de un milagro: la posibilidad de que un lector sensible pueda disfrutar con el armónico artificio de las palabras.

 

Y es que Lupiáñez, un virtuoso del verso, va a conjugar el enigma del deseo con la sensualidad de la noche.

 

El poeta va a compartir su intimidad con la noche, en su fusión va a conseguir el vacío necesario para acogerla, transformarla y, hecha poema, revelarnos su misterio: “…/ hoy que la noche es bosque de súbito y de sombra/ y un perfil imposible de belleza me tienta.”

 

Los instrumentos de los que se vale el poeta son los de la poesía verdadera y eterna; poesía que trasciende la moda y el modo de una época o un instante, y se instala en el templo de lo clásico.

 

Un ritmo constante que se desliza suavemente desde el primer verso nos va a conducir al desasosiego de la búsqueda: “Qué sueño, qué sonrisa, qué misterio, qué mano/ roza mi frente ahora sin saber lo que piensa/…·

 

El verso alejandrino va a contribuir eficazmente a dotar de una acompasada armonía musical el canto sedoso de la noche; porque este poema es, esencialmente, canto que recrea los sentidos y nos lleva a intentar acariciar nuestra propia noche: “… y su piel esa noche lasciva y peligrosa…”