Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
F. MORALES LOMAS

F. Morales Lomas

Raquel Lanseros

Fernando Valverde

La poesía de Raquel Lanseros penetra con la agudeza de la frescura y la audacia de lo definitivo. Su lírica es sólida y penetrante, y, como bien dice Antonio Enrique, produce la sensación de estragamiento emocional, de agotamiento sensitivo. Sus versos están imbuidos de honda vena imaginativa y de indagación reflexiva. En otros momentos adquieren un reivindicativo tono social que va muy acorde con el momento, como en el "Locus amoenus" o en “Acción de gracias ante tus manos”, donde el espíritu de rebeldía se hace presente: “A los indómitos que sobrevivieron/ sin dejar de abrazar sus convicciones”.

Pero con frecuencia asoma en su lírica un desencanto histórico, con la nostalgia del paraíso perdido y se pide a sí misma no ser presa del escepticismo, y pide, además, creer siempre en la vida. Su lírica penetra en las cosas pequeñas que conforman nuestra existencia y alcanzan un lugar emblemático, en esa contemplación del mundo, pero también existe una mujer herida que no solo trata de curar las cicatrices del amor sino las del mundo.

Decía Chicharro Chamorro que, al igual que la poesía de Machado era un doble diálogo con el tiempo al elaborar un discurso sonoro que fluye en él y nos ofrece su emoción profunda, también acaece en la lírica de la jerezana. De ahí que nuestra joven poeta apueste por una defensa del discurso esencial de la poesía, de ese espacio de belleza siempre paradójica, situada entre la utilidad de una belleza natural y la aparente inutilidad en el espacio de la cultura.

Existe una enorme preocupación en la lírica de Fernando Valverde por el estilo. Se reafirma en la defensa de la sencillez, algo tremendamente complicado, como dirían Juan Ramón Jiménez y A. Machado. Lo difícil para Valverde es conseguir que un poema sea sencillo y bello, dos máximas que siempre persigue. Su esfuerzo por conseguir esa sencillez expresiva se evidencia y también en seguir la secuencia de predecesores a los que admira como Ángel González, Gil de Biedma o García Montero. Lo que le permite crear un espacio de confidencialidad y oralidad necesaria junto al coloquialismo, sin olvidar que el cultivo de la imagen y su fortaleza metafórica es una de sus evidentes cualidades.

Sin embargo, no todo es forma en su obra, existe en sus temas una evidente preocupación por la suerte del ser humano, en ese humanismo de nuevo cuño que defendemos y en ese compromiso de la posmodernidad, sin caer en el panfleto o las estridencias de antaño. Una poesía que, como se ha dicho, se debate entre los sueños rotos y los anhelos, los claroscuros del diario vivir.

Miembro del colectivo “Poesía ante la incertidumbre” y de “Humanismo Solidario”, es consciente de que la poesía puede arrojar luz, diálogo y, sobre todo, humanidad. La poesía aporta un significado a la existencia y va ineludiblemente unida a la búsqueda de la libertad y a darle un sentido a nuestro tiempo.

En su última obra, La insistencia del daño, se presenta como un recorrido sentimental por el dolor (el daño del título) desde esa infección del poema inicial, con la denuncia de algunos personajes históricos, como el asesino Ratko Mladic, en una línea profundamente comprometida con el ser humano y con la que va recreando un creciente juego simbólico en el que se identifica el fracaso del caminante que observa el mundo y recorre su quebranto. Una poesía que podemos definir como “la épica del dolor” desde una intimidad profunda que aspira a contarnos la tragedia actual en un recorrido sin precedentes por conflictos vitales y existenciales.