Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
FRANCISCO VÉLEZ NIETO

Francisco Vélez Nieto

Julio Cortázar

Ed.: Nórdica Libros

Leer una vez más y apostar por volver a sus páginas otro día para releer el cuento de Julio Cortázar: La autopista del Sur. Este embargadora obrita triunfal en la lista de cuidada edición con la que nos deleita dedicado esmero de Nórdica Libros a su cuidada y popular selección de grandes autores. Nueva ocasión para gozar y participar en la aventura comunitaria de una realidad de contenido tanto en la forma como su planeamiento, sobre cuyo tema nos puede resultar de los más cotidiano y actual, como suelen ser las interminables caravanas de la autología motorizada y las relaciones humanas de una sociedad de consumo teledirigido. Y que con el virtuosismo mágico literario del mejor Cortazar, nos convierte en observadores de cronopios, todo un banquete sociológico participando en un atasco provocado por el embotellamiento vehículos de lo más usual, donde se refleja la pobreza social de nuestra sociedad de consumo. La gran serpiente en la autopista entre Fontainebleau y París, un domingo por la tarde, cuando el regreso a la gran metrópoli.

Muchos más personajes apresados y metidos en faena que en Guerra Y paz de Tolstoi, miles de coches de una amplia variedad de marcas, silenciosos, complacientes y resignados propietarios que los ocupan, chapa y plástico, y motores apagados que resisten el desasosiego de una serpiente mecánica ocupada por seres humanos que ante lo que puede estar a punto de pasar del alboroto a lo explosivo, opta por el diálogo vecinal y la capacidad de algunos de los protagonistas. Metáfora realista donde van surgiendo los problemas y conflictos entre los humanos en sus propios hábitos fabricados por el gran Timonel, mago absoluto para vender como calidad de vida el más alienador despropósito construido y costeado por los propios consumidores protagonistas de este cuento de carretera sacado del libro “Todos los fuegos el fuego” dirigido por un narrador magnífico cuyo contar literario alucina.

Largas horas de espera compartiendo noticias que pretenden ser creídas a modo de consolación y que pronto puede quedar solucionado. Pero todo lo que se ha avanzado en una tarde han sido cuarenta metros, corta distancia ganada al fin de la tragedia de tantas tensiones y desequilibrios nerviosos paralelos a risas bonachonas convirtiendo en gran cotarro una obra surrealista. Tarde colapsada por un accidente que impide avanzar porque en algún punto de la lejanía ha tenido que producirse gran embrollo de altura por lo que en el transcurso de las horas los viajeros van conociéndose relajándose y evitar así la explosión de una espera que parece interminable.

Y se acerca el anochecer, el sofocante calor parece que disminuye. La columna ya no avanzará ni siquiera otros cuarenta metros que despierte un mínimo de esperanza. Que el deseo imaginativo elevará como ilusión caída del cielo, Pero el cielo en este caso no quiere saber nada de la tierra. Los alimentos empiezan a escasear, nadie había previsto en este inocente viaje fin de semana de carnaval idílico consumista pudiera suceder. Personas mayores se ponen enfermas, unas monjas hacen lo que pueden atendiendo con su bondad y caridad sin tener que rezar, Se respira una cierta solidaridad y cada persona o familia aporta lo que tiene, solo los niños tiene alas, juegan y piden agua, la noche llega, la mayoría duerme en ellos como pueden, otros se tumban el la hierba, Hay amores que no matan, goces, brotan los adioses, las direcciones intercambiadas y la prisa por llegar al dulce hogar, ducharse y comer. Han sido unos días largos que comentarán en el trabajo, tomando una caña en el bar del barrio. Es nuestra sociedad y la sangre no llega al río. El consumismo y eso que tan políticamente llaman “bienestar social” hace de mago Merlín. No sería un error vender este embrujador cuento de la autopista del sur, en las gasolineras, por si surge de verdad otra tragicomedia entretenerse un rato con su rica lectura.