Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ CENIZO JIMÉNEZ
En torno a "Viajes de la eternidad", de José Mª Velázquez-Gaztelu   Editorial: Visor

José Cenizo Jiménez

Jose Mª Velázquez Gaztelu

Edita: Visor

Viajes de la eternidad ha obtenido el XI premio de poesía “Fray Luis de León”, ante un jurado de lujo compuesto por Luis García Montero, Jesús García Sánchez, Benjamín Prado y Marta Segarra, presidido por J. Manuel Caballero Bonald. Excelente carta de presentación para la obra, que es la cuarta del autor y que confirma su madurez poética, su acendrado trayecto lírico.

         Como dice el mismo Caballero Bonald en el prólogo, el autor es riguroso con la “paulatina capacidad indagatoria con que ha ido decantándose el lenguaje” y consigue aquí “una construcción verbal de seductora lucidez”.

         La obra se divide en tres partes: “Presagios y rituales”, aunque luego pone en el índice “Peligros y rituales”,  una errata suponemos; “Espacio de las revelaciones” y “Hoteles”, partes que se juntan en el todo de la intención del poeta, celebrar la vida y la muerte, el tiempo, la memoria, el sueño, el ansia de eternidad, la belleza, todo lo relativo al ser humano en fin, con una visión fundamentalmente pesimista: “(…) Lloras en la tierra calcinada, / en la tóxica materia, lágrimas de sal sobre el inmenso / horizonte donde acaba el prodigio de la vida” (pp. 30-31); “(…) Caronte va navegando, la lluvia contaminada, / los perros ciegos por las tinieblas, / (…), p. 19; etc.

         Belleza y tiempo, belleza y destrucción recorren el poemario, denso en imágenes de tono surrealista en muchas ocasiones, deudor del Lorca surrealista, como del Vallejo esencial o el Ángel González que canta a un “ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida. Y lo perdimos para siempre”, cita que aparece en el poema IV de la primera parte, que termina así: “la canción de los despojos, / palabras de los vencidos por la mirada del tiempo”. Ambiente de pesadilla, puntualmente con rasgos de denuncia contra  la devastación que suponen atentados, guerras, enfrentamientos…

         Velázquez-Gaztelu poeta adora el compendio de recursos formales que le ayuden a trenzar ese espacio atosigante y reflexivo: la bimembración, la anáfora, la enumeración, el paralelismo… Veamos este poema XI (p. 23):

                            Sonido puro, paisaje

                            sin el mar ni decorado, dimensión de eternidad,

                            el signo de los amantes, la aurora de los desiertos,

                            el canto de los planetas, solo el color del silencio,

                            el aire envolvente, infinito, vuelo fugaz,

                            relámpago entre las ramas, eco de luz del diamante,

                            ardiendo la flor solitaria en la estación de la noche,

                            una voz que no conozco que se repite en los sueños,

                            en lo escondido del bosque,

                            la nada, liberación, el vacío rebosante,

                            la música del mármol limpio

                            escribe páginas blancas

                            en la inmensidad del tiempo.

         Pero hay algo que puede salvarnos, redimirnos: la palabra, la voz, la expresión. Lo escribe en el final del poema VII (pp. 36-37), donde el cantor : “(…) / deposita con amor sobre los versos / que ciegos te demandan / una gota de tu voz que, alzándose en la noche, / desnuda me redima ante los signos / perennes de la consumación”. En este mismo poema, en el inicio, hay un ejemplo de esos versos que merecen tuitearse hasta la saciedad, repetirse, amarse, ser clásicos y eternos: “Pienso en el día en que tus manos / no iluminen lo que resta de mi historia”. Una vez más el poeta, con la palabra, venciendo, o soñando que vence, la temporalidad y la fragilidad del vivir.