Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
Mª VICTORIA REYZÁBAL
En torno a "Últimas noticias de la escritura", de Sergio Chejfec   Edita: Sekyll & Hill (Zaragoza)

Mª Victoria Reyzábal

Sergio Chejfec

Sekyll & Hill

Es esta una obra interesantísima pero compleja para el gran público, centrada en las diferentes variantes escriturales que convierten a la propia escritura en una brecha que recorre desde los manuscritos iniciales únicos hasta la proliferación de los libros digitales, repetidos y, en muchos casos, también anónimos en su acercamiento al lector. Perdido, en buena medida, el texto como objeto físico, permanece el intento de algunos rebeldes por compensar o resucitar de otro modo la pulsión de lo manual o artesanal para reproducir de esa manera ahora lo mecanizado o digitalizado, apostando por un eterno retorno testimonial que recoloca al escritor en dimensiones falsamente pasadas pues le impone la necesidad de decirse sin renunciar al presente, evocando rituales aparentemente superados, así la posible disolución del pasado literario no excluye el nuevo empeño de subrayarlo, anotarlo con matices o deslizamientos que lo contextualicen en nuestro devenido siglo XXI, hijo y nieto de aquella cultura sin la que no sería nada y volvería a la prehistoria. De ahí, la gran hazaña recolectora que representan las bibliotecas, corredores y corredores que pueden atravesarse en diagonal, de micro o grandes saberes depositados ordenadamente en estantes… En este sentido, la producción digital en cuanto pérdida de materialidad implica “un mal paso” que como incompletud algunos intentan remediar, pues mientras la escritura manuscrita requiere la danza rítmica o incluso alterada de la mano, a la digital le basta con el toque mecánico de una tecla o la presión sobre un icono.

        

Lo atractivo de los manuscritos es que se defienden como inmutables en su posicionalidad de creación humana frente a las escrituras a máquina o transcriptores automáticas. Solo lo manual conserva la hesitación del autor o del copista patente en los rasgos de su caligrafía por más impersonal que se pretenda, evidente hasta en los componentes plásticos. Copiar a mano, ayer y hoy, apoya otro hábito de apropiación lectora que se beneficia de una velocidad adecuada para la comprensión ideal de cada receptor, reforzada por el sentimiento gratificante y ético del esfuerzo debido y cumplido. Pues “toda escritura caligráfica es única por definición y en mayor o menor grado impugna, por artera, la idea de imitación, la idea de copia o emulación requiere de una convalidación previa: en este caso es el original, y los atributos que irradia [...] aquello que hace pertinente y no irrelevante la versión [manuscrita de cualquier autor]”.

 

         La caligrafía de los escritores amados fluye como muestra de la potencia no solo estética sino también moral y hasta pedagógica que se revela en la calidad gráfico-pictórica pues resulta "un gran tema literario, en la medida en que la letra manuscrita es cada vez más una gran prueba fáctica, en un contexto paulatinamente más escaso de ellas, de autorreflexividad. Puede recordarse ese verdadero leit motiv de Mario Levrero, cuando en El discurso vacío se obliga a ejercicios de cambio de caligrafía como un modo de mejoramiento del propio carácter moral y de las virtudes de su creación". Por eso las obras manuscritas de actores contemporáneos tienen un valor especial de resguardo de la verdadera creatividad individual, donde tienen entidad plena incluso las tachaduras. De los textos manuscritos a los escritos a máquina en esos pesados mastodontes que a su vez fueron evolucionando sin dejar de ser precarios instrumentos de la sustitución manual, hemos llegado a la impresión digital, algo que no existe, que no está materialmente en ninguna parte, lo que aporta una relación diferente no solo con lo que se dice sino con cómo se piensa el decir antes de decirlo o en el instante de hacerlo. Así puede concluirse que "La escritura maquinal despoja a la mano de su rango en el dominio de la palabra escrita y degrada la palabra a un medio de comunicación. Además, la máquina de escribir ofrece la ventaja de ocultar el manuscrito y, con ello, el carácter. En la máquina de escribir todos los hombres tienen el mismo aspecto", M. Heidegger, citado por F. A. Kittler (cita extraída de: M. Heidegger: Parménides, trad. de Carlos Másmela, Akal, Madrid, 2005, pág. 105)". Tal vez por eso las cartas personales, los billetes de amor, por ejemplo, exigen la impronta de la mano.