Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
Mª VICTORIA REYZÁBAL
En torno a "Carta al mundo y otros poemas", de Emily Dickinson.   Edita: Libros del zorro viejo.

Mª Victoria Reyzábal

Emily Dickinson

Libros del zorro viejo

Emily Dickinson fue una destacada poeta estadounidense comparada, probablemente desde la extrañeza de sus decisiones vitales aderezando la calidad de su poesía, con otros reconocidos autores como Poe, Emerson o Whitman. Poco sociable, a partir de cierto momento vivió buena parte de sus años recluida en su casa y al final en su habitación, por lo que, entre otras razones, era tenida por excéntrica en su comunidad. Solía vestir de blanco y prácticamente solo se comunicaba con algunas personas y por correspondencia. Escribió mucho, aunque publicó escasamente doce poemas, si bien con posterioridad a su muerte la hermana encontró alrededor de mil ochocientos. Su estilo es irregular y poco convencional, en muchas ocasiones hasta arbitrario, para algunos sumamente original, incorrecto para otros, en general un tanto extraño y entrecortado, con proliferación de guiones que no facilitan la lectura. No ponía título a sus composiciones, las cuales solían desplegarse en versos cortos y rimas consonantes irregulares, abusando de puntuación nada común y mostrando un uso caprichoso de mayúsculas. Como muchos otros textos de su época, los de Dickinson desarrollan temas relacionados con la muerte y su contrapartida la inmortalidad, en su caso dentro de un enfoque propio de la visión puritana protestante en la que se educó, por eso muchas de sus composiciones revelan gran influencia de la Biblia, si bien en múltiples ocasiones están bañadas por un humor bastante ácido y hasta cruel.

Aunque de familia ilustre, con importante reconocimiento social, Emily terminó resultando para sus vecinos un ser raro y lo era, incluso con especiales muestras de escasa consideración como lo revela el hecho de negarse a saludar a la gente, algo especialmente censurable en una localidad pequeña y conservadora como la suya. Existen algunas sospechas de que mantuvo con su cuñada, es decir la esposa de su hermano y luego su editora, cierto tipo especial de relación epistolar (aunque vivían en casas colindantes) pues a esta se la cree la destinataria de unas trescientas composiciones amorosas. Sin embargo, quizá los lazos más estrechos los tuviera con su hermana menor Lavinia, quien la protegió y le proporcionaba el sosiego y la soledad que requería y quien después de su fallecimiento cuidó y difundió su obra. Fue una de las primeras mujeres de su región en asistir a cursos académicos en instituciones de prestigio como correspondía a alguien de su nivel social. Sin embargo, parece que una enfermedad la apartó de los estudios formales.

En su producción, parece constatarse que amaba a alguien que no podía unirse a ella, circunstancia por la que quizá comenzó el enclaustramiento en su hogar, el primer golpe sentimental provino de la separación del hombre al que sus padres la obligaron a renunciar, este moriría pronto de tuberculosis. Algo distinto, pero parecido a una especie de deslumbramiento, tuvo con un pastor casado de la Iglesia Presbiteriana con quien apenas se vio, pero por el que, a causa de su fallecimiento, Emily con cincuenta y seis años, quedó destrozada, algo que la condujo a encerrarse de manera definitiva espiritual y materialmente, así dijo: “trabajo en mi prisión y soy huésped de mi misma”.

                                     

Seríamos juzgados -y Cómo-

                                      pues Tú -serviste al Cielo- ya sabes,

                                      o al menos lo intentaste –

                                      yo no pude-

                                      Porque Tú colmabas la Visión –

                                      y ya no tuve ojos

                                      para la sórdida excelencia

                                      del Paraíso

 

En España inicialmente introdujo su poesía Juan Ramón Jiménez. A pesar de las aberraciones que muchos de sus editores hicieron modificando a su antojo los originales de la autora, si bien con el propósito de hacerlos más legibles, en este libro, Carta al mundo y otros poemas (únicamente se recogen siete) contamos con una traducción interesante, aunque cuestionada por algunos críticos, con ilustraciones bellísimas y editada sin paginar con esmero, donde también se recogen los textos en versión original más unas breves semblanzas de la autora, la ilustradora y la traductora, todo lo cual convierte el libro en un objeto ideal de regalo entre personas sensibles y cultas. Según su traductora, aquí se puede apreciar su “ironía y ascetismo moral”, pero también su distanciamiento de los cánones establecidos en la época, su jugueteo morboso con la muerte, su fobia social y su penar amoroso dentro de una cargada atmósfera romántica de negaciones y excentricidades:

                                     

¡Soy Nadie! ¿Quién eres tú?

                                     ¿Eres -Nadie- también?

                                      ¡Entonces somos dos!

                                      ¡No lo digas! Lo divulgarían -

                                      ¡ya sabes!

                                      ¡Qué deprimente -ser- Alguien!

                                      ¡Qué vulgar -como una Rana-

                                      pasar -todo el Verano-

                                      repitiéndole tu nombre

                                      a un Charco admirador!