Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
Francisco Gil Craviotto
Acerca de "El caso Athos", de Aquilino Sánchez. Edita. "Universo Letras"

Francisco Gil Craviotto

Aquilino Sánchez

Universo Letras

El profesor Aquilino Sánchez nació en León y, después de cursar estudios en diferentes universidades y una fructífera etapa de docente en la universidad de Barcelona y Autónoma de Barcelona, sentó cátedra en la Universidad de Murcia. En esta ciudad, por la que ya pasaron eminencias de la talla de María Moliner, Aquilino Sánchez ha estado enseñando lingüística y pronunciando conferencias sobre su especialidad durante muchos años. Ahora, tras varias décadas en la investigación, ha decidido pasar a la creación. Su primera novela se titula “El Caso Athos” y ha sido publicada por Universo de Letras hace sólo unos meses.

La novela, desde el comienzo, adentra al lector en un tema resbaladizo y hasta cierto punto tabú: ¿qué hacer cuando al amor divino se interpone el amor carnal? La obra del profesor Aquilino se sitúa en un convento y todas las monjas, desde el momento en que profesan, son esposas de Jesucristo y nueras de Dios padre. En consecuencia, toda salpicadura de amor hacia otro hombre, aunque no se consuma en el lecho, es transgresión al contrato del amor que deben a su esposo espiritual. Inmediatamente surge la inevitable pregunta: ¿Se puede amar a un esposo al que jamás se le ha visto el pelo y a un suegro que, a juzgar por la Biblia, escrita por hombres que se dicen inspirados por Dios, más induce al pavor que al amor? ¿Y si tal amor de las monjitas sólo fuera un tremendo espejismo? A medida que avanzamos en la lectura vamos conociendo la vida del convento en toda su intimidad y algunas de sus prácticas, indican tal grado de masoquismo, que se quedan para siempre grabadas para siempre en la mente del lector. Valga de ejemplo la llamada confesión en grupo. Una variante de la confesión que todos conocemos. En la confesión en grupo la madre superiora reúne a todas las monjas y luego, dirigiéndose a una de ellas, con voz de mando, le grita: sor Fulanita, confiese en voz alta todos sus pecados. Acto seguido la víctima debe dar cuenta de todas sus transgresiones a la vida del convento. La madre superiora sanciona y las otras monjas escuchan y se preparan para cuando les llegue su turno. ¿Podemos imaginar un sistema más atroz y perfecto para pisotear la dignidad humana y anular la voluntad de una persona?

También, a medida que avanzamos en la lectura, vamos conociendo las contradicciones de la vida monjil. La más llamativa es la cacareada renuncia del mundo, sus pompas y sus obras, que todas las monjas hacen al entrar en el convento. ¿Es posible en realidad tal renuncia? ¿Acaso esas monjas no ingieren todos los días alimentos que han sido producidos por hombres y mujeres que trabajan y no han renunciado al mundo? ¿No se cubren con ropas que han sido tejidas en el detestado mundo? ¿Y la electricidad que las alumbra todas las noches? ¿Y las medicinas que toman cuando están enfermas? La realidad es que han renunciado a producir, pero no a consumir, lo que las convierte en celestiales parásitos.

Estos pensamientos y otros parecidos van surgiendo a medida que avanzamos en la lectura. Pero muy pronto el autor de la novela nos sumerge en la trama de la obra: el capellán del convento y una monja se aman. Amor humano, amor pasión contra el que nada pueden cilicios ni oraciones. Para cualquiera de nosotros, educados en el laicismo, este caso tendría muy fácil solución: él cuelga su sotana y ella sus hábitos, forman pareja y viven su amor; pero, ay, ellos han jurado castidad, creen que el amor humano entorpece el amor a Dios y que, si se aman, están traicionado a la divinidad. Tras este planteamiento la novela entra en el análisis de los pensamientos y actuaciones de los enamorados, lo que la coloca dentro de lo que podríamos llamar novela psicológica o freudiana, muy cultivada en Francia a finales del XIX por Octave Mirbeau, Guy de Maupassant y Edouard Estaunié.

Punto importante en la novela freudiana, lo mismo en la de antes que en la de ahora, es el mundo onírico. El profesor Aquilino Sánchez no se priva de este recurso y los sueños y pesadillas de los dos protagonistas, unas veces premonitorios y otras simbólicos, tienen una importancia decisiva en la obra. La razón es obvia: el mundo onírico enlaza con el subconsciente de los personajes y hurgar en él es el mejor intento de llegar a sus mentes.

Pero hacia la mitad de la novela la narración toma un derrotero imprevisto: uno de los personajes secundarios, la regente de la residencia sacerdotal donde el protagonista de la obra se hospeda, adquiere un súbito protagonismo y, tras el hurto de una carta de amor en el cajón de la mesa del cura, comienza por su cuenta y riesgo a investigar la vida y milagros del sacerdote enamorado. La tal gerente, una señora muy aficionada a merodear en vidas ajenas, así como a la lectura de novelas de policías y detectives, tras una noche en vela buscando nombres a su trabajo de investigación policial, (su situación recuerda la de don Quijote al comienzo de la inmortal novela) ha encontrado al fin el más apropiado: se llamará el “caso Athos”, en honor al monte sagrado de Grecia del mismo nombre.

Este personaje, a la vez beata y correvedile, que desde el punto de vista narrativo es un gran acierto y está muy bien perfilado, hace que lo que parecía una novela freudiana, ahora tome un giro detestivesco, sin dejar en modo alguno el tema del amor prohibido. El autor sabe aunar a le perfección estos dos géneros literarios tan distintos y el híbrido que resulta es a la vez ameno y de calidad.

En la parte final de la novela los acontecimientos se precipitan. La señora detective ha logrado que la carta de amor, que ella había usurpado de la mesa del cura, llegue a manos del obispo de la diócesis y el obispo, cuyo lema es evitar por encima de todo el escándalo, empieza a actuar. Por otra parte, la monja enamorada ha colgado los hábitos y, después de despedirse de la única amiga que tiene en el convento, vuelve al mundo donde, al cabo de unos meses, abre un taller de costura. Ya no será un parásito de la sociedad de consumo. Desde el momento en que el obispo entra en escena ya sabe el lector que el amor quimera va a triunfar sobre el amor verdadero y que los dos enamorados van a quedar para siempre separados. Así ocurre: el cura es enviado a Perú y ella queda en España. Jamás se volverán a ver.

Cuando uno termina la lectura de la novela “El Caso Athos” siente una extraña sensación. No es una obra perfecta, pero se aproxima a la obra perfecta. Desde el punto de vista literario, con los tres espacios, nudo exordio y desenlace, muy bien llevados, resulta impecable. Desde el punto de vista ideológico, seguro que los sectores más progresistas del catolicismo actual, le van a reprochar al autor que no se haya mojado contra el celibato, ese pacto anti natura y contra el principio bíblico de “creced y multiplicaos”, que la Iglesia le exige a todos los curas y monjas. Hay momentos en los que la novela parece que va ser una obra rompedora, con un duro alegato contra el celibato, pero al final vemos que no, todo queda atado y muy bien atado, dentro de los cánones más exigentes de la moral católica más carca y tradicional.

La obra está escrita con un estilo cuidado y muy ágil. Dividida en sesenta y tres capítulos, todos muy breves, el lector se bebe las cuatrocientas páginas del libro casi sin darse cuenta,