Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
IAN McEWAN

Editorial ANAGRAMA

 

         Tienen poco más de veinte años, y se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares. Florence es una chica de clase media alta, su padre es un exitoso hombre de negocios y su madre una activa profesora universitaria, y viven en una casa donde se comen quesos franceses y yogurt, un alimento exótico para la época. Edward, en cambio, pertenece a una familia que apenas se sostiene en la zona baja de la clase media; su padre es maestro y su madre, tras un insólito, imprevisible accidente, vive desde hace años en una nebulosa. Y en su casa no hay comidas caras o extranjeras, las camas nunca se hacen, las sábanas rara vez se cambian, ni se limpian los lavabos.

         Florence es violinista, y Edgard ha estudiado historia. Y ambos son inocentes y vírgenes, y se aman, y tras uno de esos largos cortejos de tira y afloja, donde el chico siempre tira y la chica nunca se afloja, se han casado. Es un día de julio de 1962, un año antes de que, según Philip Larkin, en Inglaterra se empezara a follar, cuando El amante de Lady Chatterley aún estana prohibido y no había aparecido el primer LP de los Vétales…

         Edgard y Florence van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach, una playa de guijarros de distintas formas y texturas, y de diferentes eras geológicas, unas piedras que dibujan en el suelo un mapa del tiempo. Y lo que sucede esa noche entre estos dos inocentes, estos jóvenes esposos de una clase social y unos años donde hablar sobre problemas sexuales era imposible, es la materia con que McEwan construye su chejoviano, delicadísimo, terrible mapa de una relación, del amor, del sexo, y también de una época, y de sus discuros y sus silencios.

         Chesil Beach trata temas de interés universal y crea alrededor de ellos un universo pequeño pero perfectamente construido.