Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

Noche de San Juan en las playas de Huelin (Málaga)

         Rindamos esta noche tributo al fuego que purifica al hombre y sus pecados. Silencio. Sé bien que no existe el pecado, sí el error, pero es noche de sentirnos purificados y tan sólo podemos conseguirlo sin nos aceptamos como pecadores. Vivamos la noche cerca del mar y de la mar, pero siempre acompañados por el fuego. Caminemos sobre él, saltemos sus brasas y lenguas, bailemos, comamos, bebamos y hagamos el amor.

         Tenemos que estar despiertos hasta que el sol, cualquier sol, por ejemplo, ella, la que tú sabes, ilumine el amanecer del día 24; entonces todas las aguas, también las de La Malagueta estarán dotadas con poderes especiales para sanar y proteger a todos, incluidos los cuatro millones de parados. Hay que bañarse, más que en la mar, en el rocío que caiga esta noche. Tenemos la posibilidad de obrar ciertos prodigios si creemos en la brujería de esta noche pagana aunque con nombre cristiano.

         Y es que somos paganos. Creemos en muchos dioses porque estamos rodeados de numerosos demonios. Haga lo que le digo si va a la playa esta noche: métase en el mar desnudo y de espaldas, pida algún deseo al quinto paso y le será concedido. Si no cree en esto, vaya a la playa a comer sardinas. Eso es lo suyo, lo mío y lo nuestro.

         Me dicen los brujos que me rodean que si una mujer se mira de espaldas y desnuda en un espejo a media noche y con la luz de una vela, siempre el fuego por delante, verá el momento de su muerte. Y por qué la mujer y el hombre no, se puede uno preguntar. La respuesta es sencilla: porque el hombre siempre está muerto; muerto porque cree saberlo todo y ella, la mujer, la señora, está en continuo aprendizaje.

         Y tenemos los júas. Aquí la magia pudiera ser hasta negra, pero no voy a dar ninguna pista, sería peligroso hacerlo. Los júas sirven para ser quemados, no tienen otra misión en esta noche de fuego y mar y brevas, porque también las brevas forman parte esencial de la Noche de San Juan.

         Ya viejete uno, no va a lanzarse a la ribera del Mediterráneo para quemar júas. En la sencilla terraza del bar Gran Vía, haré un muñequito de papel con trozos de poemas de la Colección Ancha del Carmen, le daré forma y con un mixto, cerilla, prenderé fuego al júa que ordenó su liquidación.

         Y que arda, el júa, claro.

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